No sólo es en contra de Donald Trump, ni siquiera es sólo en el actual clima de extrema polarización impregnado en la sociedad estadounidense. La negativa de deportistas a acudir a la Casa Blanca ha existido al menos desde los años ochenta, con especial énfasis en la última década.

 

 

 

Sí, fueron muchísimos quienes no quisieron visitar la residencia ubicada en el 1600 de Pennsylvania Avenue, siendo presidente Barack Obama. Algunos por su reconocida filiación o cercanía al derechista Tea Party (Tim Thomas, campeón de la NHL en 2011; Albert Pujols y el manager Tony LaRussa tras coronarse en Grandes Ligas con Cardenales); otros por su postura anti-abortista o contraria a los matrimonios homosexuales (Matt Birk, figura de los Cuervos de Baltimore en 2013); otros sin justificación alguna (James Morrison de los Steelers en 2009, varios pilotos de la Nascar en 2011, el propio Tom Brady en 2015), algunos más por molestia general con la administración (varios integrantes de los Delfines de Miami campeones invictos de 1972, encabezados por el miembro del Salón de la Fama, Jim Langer).

 

 
Antes, los hubo contra Bush hijo por su invasión de Irak, con Clinton por su escándalo sexual, incluso antes el legendario Larry Bird con Ronald Reagan.

 

 
Es decir, el anuncio de Martellus Bennett y Devin McCourty, figuras de los Patriotas campeones que se apuraron en clamar que no irán a ver a Trump, no tiene nada de novedoso. Sí, el clima actual que hace más grande todo. Sí, la división de los equipos en la NFL, blancos vs negros, acentuada desde las elecciones. Sí, la resaca de un tema anterior a Trump, la brutalidad policial contra jóvenes afroamericanos, contra la que protestó en pleno himno Colin Kaepernick, campaña a la que se sumaron alzando los puños tanto Bennett como McCourty.

 

 
Es de esperarse que el tema suba de tono, en cuanto al actual presidente le toque convivir con una liga que le ha sido abrumadoramente adversa como la NBA. Más todavía, a raíz del veto migratorio que anulaba el acceso a Estados Unidos a basquetbolistas nacidos en Sudán como Luol Deng de los Lakers o Thon Maker de los Bucks. A eso se añade la reiterada animadversión que personajes como LeBron James, Carmelo Anthony o el entrenador Gregg Popovich han mostrado hacia Trump.

 

 
Lo interesante es aclarar, primero, que lo de Bennett y McCourty tiene numerosos precedentes; segundo, que a nadie que se haya negado a ser recibido por el presidente, se le ha montado una campaña como la que ataca en redes sociales a estos dos jugadores: antiamericanos, comunistas, manipuladores, son las palabras más suaves (y las pocas no racistas) que han recibido desde cuentas favorables a Trump.

 
En tan enrarecido momento, muchos quisieron ver el Súper Bowl como una ampliación del campo de batalla político: la Atlanta de ese prócer de los Derechos Humanos y la igualdad racial, John Lewis, atacado por el presidente, contra esos Patriotas tan afines al magnate que su dueño le acompañó a horas de tomar el cargo y su estrella presumió en una gorra de Make America Great Again.

 

 
Fuera estereotipos, en el mismo plantel de Nueva Inglaterra es muy clara la postura de al menos dos jugadores. Tan clara que, concluido el Súper Bowl, Bennett gritó al micrófono de mi compañero Ricardo García en la transmisión de Fox Sports: “¡Tiren el muro, tiren el muro! ¡Te amo México!”.

 
Twitter/albertolati

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