Para todo quien se considere grande, para todo aquel que tenga detrás un pasado glorioso, para todo aristócrata venido a menos, es difícil aceptarlo. Como sea, hoy a Cruz Azul no le queda más remedio; como quien sufre de una adicción, habrá de repetir con humildad y valentía: Soy Cruz Azul y tengo problemas de descenso. Soy Cruz Azul y tengo problemas de descenso. Soy Cruz Azul y tengo problemas de descenso.

 

 

Así como unos años atrás pasó de inconformarse por perder finales, a hacerlo por ni siquiera calificar a la liguilla, ahora tendrá que enfocar su agobio no en meterse entre los ocho primeros, sino en conseguir la permanencia.
Sacar puntos por regateo, convertir cada partido en una guerrilla, jugar con el cuchillo entre los dientes, saber caminar cerca del precipicio, aprender a sufrir, conceptos que suelen condenar al otrora gigante que de pronto pelea con los humildes por no caer. ¿La razón? Que hay jugadores y equipos habituados a hacerlo, criados en ese padecer, curtidos en esa especie de resistencia urbana…, y ese no es el caso de Cruz Azul, ni del plantel que conformó, ni de la esencia de su institución.

 
Todo club importante que perdió la categoría (pensemos en River Plate en 2011, en Atlético de Madrid en 2000, en el Milán en 1982, en el Mánchester United en 1974), lo hizo convencido de que a él no podía sucederle. Los partidos que iniciaron la condena, se perdieron por negación; los que la complementaron, por una presión de la que ya no se logró salir.

 
De aquí a mes y medio, la Máquina enfrentará a sus cuatro rivales por la permanencia: Jaguares, Morelia, Puebla y Veracruz. Es decir, que para mediados de abril, podrá ser demasiado tarde.

 

 
Al contratar a Paco Jémez (decisión que muchos aplaudimos), Cruz Azul pensó que forjaba un proyecto a futuro y quizá hacia eso todavía vaya encaminado. Lo que nadie sospechaba, era que alguien muy rodado en salvaciones en España, se vería obligado a recurrir a esa experiencia en México.

 

 
Imponerse a Jaguares este sábado, ya no es opcional. Jugar bonito ese día (por mucho que ese pueda ser el camino más certero hacia la victoria), quedará confinado a lo anecdótico. Cruz Azul tiene que sumar tres puntos y, vaya dolor, a partir de ahora cargar con una calculadora de bolsillo.

 

 
Quien diga que los cementeros tienen todo para mantenerse en primera y que sus diez puntos respecto a Morelia, sus ocho respecto a Veracruz, le dan vasto colchón, estará haciéndole daño al equipo.

 

 
De la negación a la presión, el trecho es corto. Acaso, esta misma semana están ya en ese convulso proceso de transición, presos en ese círculo vicioso. Por eso, urge a este plantel confrontarse con su realidad y dejar de ver lo ineludible: que proviniendo del noble linaje que dominó México en los años setenta, Cruz Azul no tiene tiempo de pelear hoy por otra cosa que por quedarse en primera; que su lustrosa vitrina de trofeos, hoy pesa más que ayudar.

 

 
Twitter/albertolati

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