Algún manual tendrá que dictar los pasos a seguir cuando se avanza una ronda a manos del acérrimo rival; algún manual cuyo punto medular sea “no festejarás antes de alzar un trofeo”.

 

Tanto celebró el equipo de Matías Almeyda el triunfo en penales en la semifinal copera (recuerdo a Alan Pulido tan ocupado en lo ajeno, “les arruinamos el centenario”, y a Jorge Vergara tan creativo, “sin Copa y sin copia”), que desde entonces fue diluyéndose en todo: en capacidad futbolística e intensidad, en creación e intención.

 

Ningún balance podrá cambiar algo tan lapidario: que el Guadalajara ha cerrado este semestre sin títulos, lejos de la final liguera y de nuevo dolorosamente eliminado por el América –equipo que, si de algo está hecho, hubiera sido bueno recordarle a Pulido, es de saber volver y golpear en sus estertores más agónicos.

 

Inevitable preguntarse por el rumbo de un Rebaño que en la actualidad luce mejor que en el pasado reciente; con un plantel mucho más vasto, con refuerzos millonarios, con sensaciones de mayor optimismo, aunque en términos estrictos, incapaz de saltar a la élite del futbol mexicano.

 

El proyecto Almeyda es por demás interesante, pero nos engañaremos si pensamos que ya resultó exitoso. Los partidos directos ante los mejor clasificados de la tabla no pueden confundir a nadie: Chivas produce jóvenes, se suele desempeñar con frescura y desparpajo, parece más competitivo, mas de momento sigue sin alcanzarle contra los verdaderos peces gordos del torneo. Sin alcanzarle, sobre todo y más grave, para ser Chivas, para vivir como genuino grande, para escalar a la altura de su historia.

 

Un debate permanente es si con puros mexicanos todavía es posible enriquecer la sala de trofeos. Acaso más difícil y con obligación de mayor gasto (en lo que no se ha escatimado), pero se tiene que poder. Para ello habrá de comenzarse por poner a los que están mejor y no a los que se cree que ofrecen algo mejor; eso nos lleva directamente al caso de Carlos Gullit Peña, mala y melancólica calca de lo que en otra vida fue.

 

El Guadalajara, que parecía más cerca que hace un año, se atoró en el mismo sitio y lo hizo de peor forma: muriendo de casi nada y haciendo muy poco por evitarlo, que jugar 180 minutos a que el rival carezca de puntería, no corresponde ni a sus colores ni a su volumen de gasto.

 

No por positivo, el proyecto Almeyda puede ser menos debatido o analizado. Mejor, sí. Suficiente, de ninguna manera.

 

Falta. Ésas no son todavía las Chivas y tener cerca años en los que se peleó el descenso no consuela a nadie

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Twitter/albertolati

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