Además de la diversa muestra de bebidas, se realizaron pláticas, presentaciones musicales, catas y fabricación en vivo de cerveza artesanal.

El final alterno de una bellísima película de Krzysztof Kieslowski (La doble vida de Veronique) puede servirnos para explorar un tema deportivo que esta semana retoma fuerza: la posibilidad de cambiar de ciudad a un equipo.

 

En su celebrado filme de 1991, el cineasta polaco tuvo que editar otro cierre para la versión estadunidense; en el original bastaba con que la protagonista tocara el árbol en la casa de su infancia para comunicar una especie de regreso al origen, a las raíces, a la esencia o pertenencia; en la que circuló por Norteamérica debió añadirse a su padre saliendo a abrazarla.

 

Valga ese preámbulo para comprender la forma en que los clubes deportivos son concebidos en un país de más reciente creación, como Estados Unidos, en relación con lo que acontece en la vieja Europa.

 

Ya no decir Real fuera de Madrid, Juventus fuera de Turín o Arsenal fuera de Londres, ¿se imaginan al Everton mudado a Bolton?, ¿o a la Sampdoria a Florencia?, ¿o a la Real Sociedad desplazada a Murcia? Imposible.

 

Este jueves se ha oficializado que los Cargadores de San Diego serán ya de Los Ángeles y se mantiene la opción para que los Raiders cambien a Oakland por Las Vegas. Enfatizar que la mayor de las trabas para llevarse a los Raiders es la normativa de la NFL que impide a operadores de casinos serlo de equipos. ¿Y la afición?, ¿y el apego a cierto terruño?, ¿y la identificación con determinado grupo o segmento demográfico?, ¿y la ilusión de quien a través de una institución deportiva se siente integrado a un lugar específico? Nada de eso pesa.

 

En la historia de las Grandes Ligas, hasta 13 equipos se han mudado de ciudad; de los viejos Dodgers que alguna vez fueron de Brooklyn a los Yanquis que esta semana cumplieron 113 años de haber comprado la franquicia de los Orioles de Baltimore.

 

La cifra es todavía más alta en la NBA, con hasta 19 equipos transferidos, incluidos los Lakers que antes de ser locales en Los Ángeles lo fueron a tres mil kilómetros de distancia en Minneapolis.

 

Los casos en el futbol europeo se han debido mucho más que a las leyes del mercado o los potenciales del negocio, a situaciones bélicas. Por ejemplo: los cuadros chipriotas huidos al sur desde que Turquía invadió el norte de la isla en 1974; o los de Azerbaiyán que no pueden jugar en la zona de conflicto de Nagorno-Karabakh; o el Shakhtar que de momento juega en Lviv, a mil 300 kilómetros de la bombardeada Donetsk; o los de hegemonía soviética, transferidos según requiriera el régimen (por ejemplo, el Dynamo de Dresde llegó a serlo de Berlín).

 

En Francia se prohibió desde que el quebrado Toulouse se convirtiera en 1967 en Red Star de París y en Italia está restringido a mudanza a una ciudad vecina. Al tiempo, en el Reino Unido es imposible de plantearse, con buena parte de los clubes llamados no sólo como la ciudad, sino incluso como el barrio (West Ham, Chelsea, Tottenham).

 

En México, ya se sabe, así como tenemos influencia estadunidense para la postemporada, la hay para no tener escrúpulos y llevar al equipo a donde esté el mejor postor.

 

Veronique tocando el árbol es el aficionado europeo aferrado a un pedazo de tierra tanto como a sus extremidades. En tanto, podría pensarse que en pleno 2017, esa necesidad de mayores explicaciones, como el abrazo del padre al final, ya no tendría que ser necesaria en Estados Unidos…, los Cargadores, de vuelta a Los Ángeles, y los Raiders, camino a Las Vegas, tienen la respuesta.

 

Twitter/albertolati

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