Quizá el primer paso hacia la conformidad, hacia la rutina, hacia la desmotivación sea la desmitificación.

 

 

“Sólo es tenis” clamaba el número 1 del mundo, Andy Murray, tras caer a manos del clasificado 50, Mischa Zverev, en el Abierto de Australia.
Evidentemente, el tres veces ganador de Grand Slam y bicampeón olímpico no mentía; de entre todas las prioridades que hay en el mundo, de entre todas las necesidades que tiene un ser vivo, pocas tan remotas como un simple certamen deportivo. Y, sin embargo, en esa declaración puede esconderse la diferencia.

 
Minutos después, un veterano recién recuperado de cirugía de rodilla y con más títulos que nadie más en la historia respondía con la raqueta a la frase de Murray. No, para Roger Federer, esto no es sólo tenis, esto es la vida misma, esto es el motor de una esencia y una existencia. Orillado a enfrentar desde las primeras rondas a tenistas de alto nivel debido a su parón de medio año, el suizo no pudo abrir de peor forma: 4-0 abajo en el primer set, con errores no forzados y su rival, Kei Nishikori, ganando con pasmosa facilidad. Cuando ese set lucía definido, Roger volvió; como desde hace 14 años, cuando inició su hegemonía, como siempre, como a veces nos convencemos de que será a perpetuidad. El esfuerzo no bastó para quedarse con esa primera manga, arrastrada hasta la muerte súbita, pero sí como aviso: hay Reyes que no abdican ni por lo civil ni por lo criminal. Tres horas y media después, había eliminado y desquiciado al consistente Kei.

 
El gran libro de Martí Perarnau sobre Josep Guardiola abre con la anécdota de una cena en la que comparten mesa el DT catalán y Garry Kasparov. Pep pregunta al ruso: ¿podría hoy derrotar al campeón mundial de ajedrez? A lo que Kasparov replica: “Tengo todas las capacidades para ganarle, pero es imposible”. Finalmente, el motivo se aclara: “La partida se alargaría cinco o seis horas y Garry ya no querría pasar otra vez por el sufrimiento de estar tantas horas seguidas con el cerebro a toda máquina, calculando posibilidades sin descanso. Carlsen es joven y no es consciente del desgaste que esto supone”.

 
Justo lo que podría asfixiar a Federer al empezar el primer set con dos rompimientos de saque y consciente de que sólo ganaría esa partida llevándola al máximo de tiempo y esfuerzo. Más aun, consciente del peso de su corona sobre cuanto emprenda tras la lesión: los 17 Grand Slams, el último tan lejos como en julio de 2012.

 
Lo más factible es que Murray haya salido con lo de “es sólo tenis”, como mecanismo de autodefensa ante un fracaso y no se lo crea. Como sea, Roger lleva desde los primeros dosmiles demostrando que no, que esto es muchísimo más.

 
Ahora va a cuartos y sabe que en el torneo ya no están los dos mayores favoritos: Djokovic y Murray. En el momento menos esperado, en medio de la incertidumbre de su regreso, una nueva oportunidad para la corona 18 aún lejana. ¿Un secreto, a la par de su disciplina, carácter, privilegiado físico y talento sin igual? Sí, no desmitificar su actividad, mantenerla plagada de magia y leyenda.

 
Twitter/albertolati

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