Siempre he dicho que Alberto Lati es un outsider del micrófono del balón, tiene un rasgo ausente en los protagonistas de su gremio: se interesa por la cultura cuyos atributos no son mexicanos. Rara avis entre un ejército de niños gritones, albureros y, por si fuera poco, héroes.

 

Lati huye de la seducción del rating-fácil: fórmula en la que subyace una narrativa de carpa. Sus aportaciones contienen incentivos para dar un salto cualitativo de un terreno lodoso. ¿Qué sucedió para que los ingenieros del rating se conformaran con desvirtuar la cultura deportiva? Y es que desde la muerte de Fernando Marcos, el sector del micrófono del balón ingresó a la espiral del albur.

 

Al leer Latitudes; crónica, viaje y balón (Ediciones Cal y Arena, 2013)confirmo que Lati asimila las atmósferas que ve, escucha, siente y come. Reconoce momentos desesperantes por incomprensibles, por ejemplo, su estadía en Japón en el preámbulo del Mundial 2002: “Cada que me llamaban de México no podía evitar soltar alguna lágrima”. Uno no puede evitar el síndrome del Jamaicón sin traducirlo como la intención de conquistar terrenos inhóspitos a través del frijol y la enchilada. El propio Lati revela su antojo, en Japón, por la enchilada, y uno imagina su cara de frustración cuando el mesero le puso sobre la mesa una crepa de curry. En efecto, Lati comprendió el fenómeno de la tropicalización a través de los frijoles como postre y no el famoso platillo arroz con leche. “El arroz tiene que ser salado”, le dicen al único reportero deportivo geocéntrico que existe en México.

 

Uno de los episodios más atractivos de Latitudes es el que Lati dedica al preámbulo del Mundial de Brasil 2014. Aborda la sombra que produce el eclipse del balón en el país cuyos bebés nacen junto a un balón de futbol. La sombra del eclipse es la que la FIFA no quiere ver: la desesperación social. “Esto no es Brasil”, escucha Lati en medio de la refriega cuyo epicentro son las fronteras de los estadios de futbol donde se jugó la Confederaciones (2013).

 

Ya conocíamos el cinismo que esconde Pelé detrás de su sonrisa, Lati rescata la frase con la que el rey del futbol congela la inteligencia de los ciudadanos globales: “Olvidemos toda esta conmoción que hay en Brasil, todas estas protestas; recordemos que el equipo brasileño es nuestro país y nuestra sangre”.

 

Lati desmonta los iconos que rodean a Brasil: fiesta, mujeres guapas y jogo bonito. Y lo hace recordando al primer motor del caos: el incremento en el precio del transporte público. Lo que sucedió después acabó no sólo en manifestaciones, también en descripciones económicas sobre los precios relativos: ¿Cuántos siglos tendría que trabajar un profesor universitario para ganar lo que ingresa Neymar?

 

Juan Villoro y Alberto Lati trabajaron juntos unas cápsulas durante el Mundial alemán en 2006. Lati narra las travesías de Villoro detonadas por el extravío de documentos de la Stasi que llevaba bajo el brazo. Ya estaba escrito, comentó Villoro, “que se iban a perder aquí, en Berlín”.

 

La vida del reportero consiste en alimentar la bitácora con postales exclusivas. Lati tiene varias postales de Maradona; la primera, dibuja a un personaje prepotente. En el estadio de Leipzig (2006) se acercó para entrevistarlo y El Pelusa comentó a un guardespaldas: “Métele un codazo, métele un codazo”. El profesionalismo de Lati le obsequió una grata sorpresa en Sudáfrica que bien podría traducirse en leve cachetada con guante blanco. En un colegio de Soweto, Maradona realizó un tour social para saludar a niños. Al no hablar inglés, Lati se convirtió en su traductor: “Diles que sigan jugando (futbol)… Que Sudáfrica los necesita”.  Lati asegura que después de la experiencia se encontró con Maradona en otra ocasión y éste lo saludo afectuoso, “aunque no sabré si recordaba que yo había sido su traductor emergente”.

 

Lati es el primer pasajero mexicano que viajó del etnocentrismo al geocentrismo… desde el siglo pasado. Comprendió que el XXI será el siglo de mayor globalidad y el enfoque transcultural es lo que prima en las narrativas inteligentes dentro de la caja idiota.

 

El músculo de Lati se fortalece en las páginas de los periódicos. Sus textos son imperdibles gracias a que es el único de la especie que se niega a los memes futboleros donde la vida inicia y termina con el Chivas-América. De ahí que la televisión se beneficie del trasvase de cultura.

 

En mi inquieta vida universitaria invité a Fernando Marcos y a José Ramón Fernández, entre una larga lista de gente de futbol, a dar unas charlas. Por aquella época soñaba con ser narrador futbolero, años después se fue apagando. Globali…¿qué? tomó un camino transpolítico, o si se prefiere, tecnopolítico. Quizá llegó el momento de dejar este espacio muy pronto para regresar a esas canchas que de manera lúcida describe Alberto Lati.