Existen películas que parecen, más que filmadas, diseñadas en laboratorio. Productos manufacturados para impactar al mayor público posible. Llega un momento en que The Perks of Being a Wallflawer (Las ventajas de ser invisible, por su título en español) se siente así, no como una película sino como un producto diseñado cuidadosa y analíticamente para que de una u otra forma sea agradable a nuestra vista, nuestros oídos y (he aquí el meollo) nuestra memoria. El asunto es que lo logra y lo logra bien.

 

Basada en el libro homónimo, editado originalmente en 1999 bajo el sello de la Editoral MTV, el texto original se presenta como una novela epistolar donde un introvertido adolescente, Charlie, le escribe a un amigo contándole todas las aventuras y desventuras de su primer año de preparatoria (en un estilo que remite de inmediato a las obras más famosas de José Emilio Pacheco).

 

La historia la hemos visto muchas veces: Charlie (Logan Lerman) es un joven tímido, inadaptado pero brillante en sus estudios (a diferencia de sus compañeros le encanta leer), con una pena que aún le pesa: el suicidio de uno de sus mejores amigos. Solitario, la única persona con la que logra hacer amistad es con su profesor de literatura quien le da libros para leerlos extra clase.

 

Es entonces que llega Sam.

 

Sam (Emma Watson, tratando de despojarse de Harry Potter) y Patrick (magnífico Ezra Miller, el mismo de la portentosa Tenemos que hablar de Kevin) son una pareja de “inadaptados” como Charlie quienes lo aceptan en su grupo. Charlie se enamora de Sam inmediatamente, pero ella tiene novio, por lo que intentará (sin éxito) “dejar de pensar en ella de esa forma”. Patrick es el medio hermano de Sam, quien a la sazón resulta ser gay y lleva una relación oculta con un chico popular del equipo de futbol americano.

 

Es en ese contexto que el director Stephen Chbosky (también autor de la novela original) tiene campo abierto para una historia que apela completamente a la nostalgia, en esta caso de los años noventa: amor y desamor, primeras veces, drogas, fiesta y dolor a ritmo de la música de los Smiths, David Bowie, Save Ferris y XTC

 

La adaptación que hace Chbosky de su propio libro es buena, apela a los momentos más significativos de la trama aunque no se preocupa demasiado por darle profundidad y mayor contexto a sus personajes. No obstante, el autor hace una película terriblemente condescendiente donde los “desadaptados” son insoportablemente cool (¿alguien puede imaginarse a Emma Watson como una marginada?), donde los one-liners de tan planeados resultan poco naturales (“bienvenido a la tierra de los juguetes marginados”) y donde las referencias musicales y literarias resultarían aún más chocantes de no ser por el magnífico trabajo actoral del reparto principal.

 

Y sin embargo, es imposible no dejarse atrapar. Chbosky sabe su juego y si bien cae en excesos que rondan el pantano del lugar común, es inevitable no esbozar una sonrisa al escuchar C’mon Eileen de Save Ferris, es imposible no rendirse ante ciertas frases lapidarias (“aceptamos el amor que creemos merecer”), es ineludible no enamorarse de Sam y querer ser héroes, aunque sea por un día.

 

Las Ventajas de ser Invisible (Dir. Stephen Chbosky)

3 de 5 estrellas.

Guión: Stephen Chbosky

Con: Logan Lerman, Emma Watson, Ezra Miller, entre otros.