Fue la última conferencia del Mobile World Congress de Barcelona. Era tarde ya y muchos de los asistentes a esta reunión estaban volando hacia casa. Los policías nos apuraban a salir del auditorio en donde escuchamos a los expertos hablar sobre wearable computing y su futuro. Ahí estaba Myriam Joire, una mujer que se dedica a promocionar Pebble, el smartwatch más exitoso hasta el momento en ventas y aceptación. La llaman product evangelist, uno de esos nuevos cargos que sirven para defender la idea que se quiere comercializar, sin necesariamente presentarse como PR guys. Los guardias esperaban que termináramos de hablar, quedábamos como cuatro personas en las escaleras del escenario platicando. Las luces se apagaban.

 

Myriam llama la atención. Principalmente aquí. El MWC de Barcelona se distingue porque miles de ejecutivos acuden a conocer las tendencias de la industria móvil y a hacer negocios. A diferencia del International CES de Las Vegas, en este lugar dominan los trajes grises, las camisas blancas y los zapatos brillantes. Además, hay muchas mujeres también recorriendo los pasillos con tacones y elegantes atuendos que indican que son parte de la cadena de mando de una organización o se dedican a las millonarias ventas que arroja esta actividad. Más de 85 mil personas para ser exactos, reunidos en esta ciudad española durante cinco días repletos de conferencias, pisos de exhibición y reuniones privadas en donde se cierran tratos que modifican los patrones de consumo de las comunicaciones de este planeta.

 

Pues ahí estaba Myriam Joire, sentada en el escenario con bermudas, una hoddie arremangada que dejaba al descubierto los brazos coloreados con tatuajes. Corte mohawk y Google Glass. Un playera de un gatito usando una laptop y una gran sonrisa. Sus sucios converse también rompían con la formalidad de los uniformados.

 

Le pregunto por los relojes inteligentes que presentó Samsung, con sistema Tizen. Y por las pulseras que se presentaron durante el show de los móviles de Barcelona.

 

“Creo que la tecnología que estamos viendo aquí es excelente, estoy muy impresionada”, me dice apuntando con sus Google Glass a mi rostro.

 

Pero dice que son falsos y no tendrán éxito hasta que se enfoquen en los usuarios y la comunidad de desarrolladores. Uno de los sujetos que nos escucha platicar dice que el problema de Samsung es que en realidad quiere crear su propio ecosistema, con productos cerrados, lo cual es su gran error. “Es estúpido, porque el fondo de todo esto es la conexión con los demás”, agrega.

 

“Correcto”, dice Myriam Joyre. Comenta que deberían ir a Silicon Valley para entender un poco la mentalidad de los emprendedores y comprender las oportunidades que están dejando pasar. El espíritu de las startups, de los desarrolladores, lo que representa el ecosistema desde la raíz hasta que se hace masivo. La idea de Google y Apple.

 

“Microsoft falla en eso porque no es del Valle”, dice Myriam Joire.

 

La charla sube de tono y la escucho arrogante, como si ellos tuvieran la razón por ser de determinada zona del mundo. Sí, viven su momento. Pebble es el smartwatch más exitoso, por encima de toda la competencia que ha surgido. En ventas, penetración y por el afecto que la comunidad de hackers y usuarios de tecnología le han demostrado desde que comenzó a pedir fondos en Kickstarter. Es un producto que cualquier persona puede modificar. No es de una gran marca y los creadores escuchan a los clientes.

 

Myriam considera además que las fitbits y los demás dispositivos de salud que están en el mercado en este momento desaparecerán. El reloj inteligente cubre sus funciones y muchas más.

 

–¿Entonces no te sientes amenazada por tu competencia?–, le pregunto. Y me grita: “No me siento amenazada por nadie, para nada”.

 

Los policías nos indican por dónde salir. Nos acompañan a la puerta y se corta la charla. Es el jueves 27 de febrero de 2014. Quedamos en que esta conversación continuará. Mientras salimos, vemos cómo esos pasillos en donde miles de personas caminaban a nuestro alrededor horas antes, y al menos durante cuatro días, han desaparecido. Los empleados de la feria levantan los stands y este lugar se siente más frío de lo que nos tenía acostumbrados.

 

Myriam Joire vino a escupirle en la cara a su competencia.