A principios del año, cuando vimos los dólares a más de 22 pesos, buena parte de lo que descompuso el ambiente en este país fue la mala expectativa de lo que vendría con Donald Trump en la presidencia de los Estados Unidos.

 

De hecho, los peores días para los mercados mexicanos fueron justamente los previos a la toma de posesión porque realmente sentíamos que el republicano nos habría de hundir tan pronto como se sentara en la silla principal del salón Oval de la Casa Blanca.

 

La realidad es que hasta este momento eso no ha ocurrido. Tanto que las expectativas han mejorado, tanto para el desempeño de nuestra economía como en la relación con los Estados Unidos.

 

Hoy esperamos, al menos los más optimistas, que no se acabe el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, porque hoy sabemos que es indispensable para Estados Unidos.

 

Tenemos claro que no será una negociación fácil, pero hay la impresión que el resultado no será tan malo después de todo.

 

Sin embargo, del otro lado de la frontera está ocurriendo un fenómeno contrario al mexicano. En Estados Unidos los mercados financieros se preparaban para lo mejor. En sus libretas de operación diaria hacían planas completas con aquello de merezco abundancia y anticipaban enormes ganancias.

 

Los indicadores bursátiles se dispararon antes de la llegada de Trump porque le habían escuchado al multimillonario que tan pronto como pudiera habría de implementar un plan fiscal que encantaría a los más ricos, que impulsaría el gasto en infraestructura para repartir muchos contratos y que todo se compensaría recortando gastos de salud.

 

Con eso en mente los record bursátiles estuvieron a la orden del día, todos querían un boleto para esa fiesta donde la tasa de impuestos bajaría del 35% al 15%, donde lloverían contratos para construir carreteras y aeropuertos.

 

Cada vez se encarecía la entrada pero valía la pena si lo que aparecía frente a sus ojos era la tierra prometida del capitalismo.
Cuando fracasó el intento de acabar con el Obamacare por acción de los mismos republicanos, esos mercados empezaron a dudar de las habilidades negociadoras del vendedor Trump.

 

Y a la par que se incrementaban sus problemas legales por la forma en que había ganado las elecciones y la posible intervención rusa, el desánimo empezó a dominar.

 

Hoy es una realidad que en los cálculos de crecimiento y desempeño de la economía estadounidense se empiezan a restar esas expectativas generadas en la mente de los participantes de los mercados.

 

No parece estar lejos el día en que los mercados bursátiles tengan que pagar la factura de la imprudencia de adelantarse al sueño del Make América Great Again cuando no había nada más que un discurso incendiario de por medio.

 

Si no hay pronto algo que refrende la promesa fiscal de Trump podríamos estar en la antesala de una corrección bursátil importante con todo lo que eso implica para el resto de los mercados.

 

aarl