Donald Trump está decidido a romper cualquier quiniela económica o política del mundo. No hay cálculo que valga que no advierta que la imponderable e impredecible actitud del Presidente de Estados Unidos es capaz de cambiar las cosas en un tuit.

 

Tan sólo el fin de semana pasado se aventó con todo en contra de un senador de su propio partido, como si no necesitara de todos los votos posibles para impulsar su agenda legislativa.

 

También se gastó 200 mil dólares en seguridad y transportación aérea para mandar al vicepresidente Mike Pence al partido de la NFL entre los 49ers de San Francisco y Colts de Indianápolis para que abandonara el estadio ante el previsible acto de protesta de algunos jugadores.

 

Es posible que esta misma semana la manera egocéntrica de gobernar del Presidente de Estados Unidos nos alcance con la fuerza de un mensaje de Twitter o con el recado que nos comunique su equipo negociador del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) durante la cuarta ronda en Washington, DC.

 

Es más que evidente que tanto México como Canadá están en fase de preparación para el rompimiento de las renegociaciones y la posterior salida de los estadounidenses del acuerdo trilateral.

 

El primer ministro canadiense Justin Trudeau, llega hoy a Washington para hablar con Trump de temas bilaterales, con énfasis en el futuro del TLCAN, para después viajar a México y entrevistarse el jueves con el presidente Peña Nieto. Esta gira parece el adelanto del canadiense para tener dos buenas relaciones comerciales, pero individuales.

 

En el papel, hay una renegociación en curso, hay acuerdos logrados en algunos temas menores, pero nadie tiene certeza de qué harán los estadounidenses. De ahí la conveniencia de estar mejor preparados.

 

El Presidente de Estados Unidos tiene muchos frentes abiertos que le han costado un derrumbe en su popularidad. Tiene claro que entre su base, entre esos electores poco informados y más radicalizados, sigue siendo un mesías. Pero para el resto es un gobernante que va de lo ineficaz a lo peligroso.

 

Pero las ganas de pelear de Trump para satisfacer su ego podrían traspasar las fronteras de entrar en conflicto con la NFL, con algunos senadores republicanos o con sus socios comerciales.

 

Hay una posibilidad real de que el Presidente de la nación más poderosa del mundo lleve a su Ejército a una guerra. Sus dos candidatos más fuertes son Corea del Norte e Irán.

 

La elección de enemigos es del tamaño de su ego; no parece medir el tamaño de las consecuencias de pelearse con armas con un país protegido por China y del otro lado el encender al Medio Oriente con una guerra con Irán, que si algo tiene es un arsenal balístico listo para disparar contra Israel.

 

Es tan grande el ego de Trump y tanta su necesidad de aprobación que no es descabellado ver que esas ganas de pelear nos lleven a la guerra.

 

 

caem