“No me ganó Felipe González, quien lo hizo fue Jesús de Polanco”. En pocas palabras, el entonces aspirante a la Presidencia española, José María Aznar, describía lo que para él, había sido el principal obstáculo para que su partido, el PP, lograra el control del Congreso en 1993. Aznar tuvo que esperar tres años más para llegar a la Presidencia y, ahora sí, vengarse de Jesús de Polanco.

 

A la sombra del presidente Felipe González, los grupos Prisa y Timón, ambos presididos por Polanco, lograron madurar lo suficiente (en el mercado doméstico) para poder cruzar fronteras. Los buques insignia de Prisa sería El País, y de Timón, Santillana.

 

El gobierno de González le otorgó a Prisa la concesión de Canal +, el primer canal de pago en España, junto a un grupo de estaciones de radio, en particular Antena 3. Las concesiones, para efectos prácticos, representan campañas de publicidad sin pauta, es decir, sin pago, en beneficio de quien las otorga. Canal +, de origen francés, se convirtió en un experimento muy atractivo al conjugar en un solo canal, el futbol, películas de reciente estreno y series; un menú que muy pronto se desdobló en la boutique digital Canal Satélite Digital.

 

Eran tiempos de bonanza. En la céntrica calle Concell de Cent, de Barcelona, en el barrio del Ensanche, junto a las oficinas del periódico El País se encontraba la librería Crisol, también de Polanco. Las portadas del día y los libros permanecían en aparadores atractivos para que los barceloneses se acercaran y, con el tiempo, los hicieran parte de su consumo cultural: además de los periódicos locales como La Vanguardia y El Periódico, y de librerías tradicionales como La Casa del Libro y La Central, los productos de Polanco ofrecían nuevas alternativas en la Barcelona post olímpica.

 

Como ejemplo de la integración de los grupos empresariales de Polanco, en Crisol siempre sobresalían los sellos Alfaguara, Taurus, Aguilar y Santillana, todos pertenecientes al grupo Timón. Aquél hombre que cruzó el charco para vender libros de puerta en puerta, lograba consolidar el principal grupo mediático español. Era el Zara de los medios gracias a la visión de Polanco, pero también de Felipe González.

 

La llegada de Aznar al gobierno español fue el primer punto de inflexión en los negocios de Polanco. Juan de Villalonga y Aznar fueron compañeros de pupitre en el colegio El Pilar en Madrid. Era 2006, el ya presidente Aznar lo nombró presidente de Telefónica en la última etapa como empresa estatal. Aznar sabía que Canal Satélite Digital sería el siguiente éxito de Polanco, porque el futbol español estaba creciendo como espuma. Las transmisiones de los partidos del Real Madrid y del Barcelona poco a poco abandonarían a los canales estatales para convertirse en servicios de pago. A la postre, el torneo de futbol se le reconoció como Liga de las Estrellas. Por esa razón, de Telefónica salió el primer dardo en contra de Jesús de Polanco. El gobierno supuestamente liberal -en los negocios- de Aznar incursionaba en la televisión de pago a través de Vía Digital. Villalonga, casado con Adriana Abascal –ex mujer de Emilo Azcárraga-, intentó formalizar una alianza con Televisa para hacerse de los derechos de transmisión el día en que el presidente del grupo Zeta, Antonio Asensio, dueño entre otros productos de Antena 3 Televisión, Interviú y El Periódico de Cataluña, traicionó a Villalonga.

 

Fue en la Nochebuena de 1996. Vía Digital había negociado con Asensio la explotación conjunta de los derechos de transmisión de los principales equipos de futbol. Mejor menú, imposible. Aznar sonreía y Polanco ya venía venir a la competencia. Por primera ocasión, el grupo Prisa se toparía con un poderoso competidor, que si bien desconocía del negocio, era lo que menos le interesaba a Aznar y a su amigo de pupitre, Villalonga.

 

El objetivo de Aznar era claro: arrinconar a Polanco. Aznar nunca pensó que Asensio lograría, de última hora, un pacto con Polanco. Los rivales de antaño se convertirían en socios. Pocos conocen la oferta que le hizo Polanco a Asensio por los contratos de transmisión. Sin embargo, lo que sí se sabe es que Aznar pasó una de las peores Navidades de su vida. Fue así cuando Villalonga llamó a sus socios de Televisa (la empresa mexicana participó en la conformación accionaria de Vía Digital) para solicitarles su ayuda. Quería que el grupo mexicano se hiciera de los derechos de transmisión. El escenario ideal para Villalonga era que Televisa se convirtiera en dueño único de las transmisiones del Real Madrid o Barcelona para que, por obvias razones, los transmitiera a través de Vía Digital. No se pudo.

 

El 25 de diciembre de 1996, Vía Digital se quedaba sin la joya de la corona televisiva, el futbol. Lo que siguió fueron dos golpes arteros de Aznar a Polanco:

 

1. El PP se asoció con el partido Izquierda Unida en el Congreso para articular una ley, ex profeso, con la que se prohibiría el cobro por las transmisiones de los partidos de la liga. La incredulidad dejó atónitos a propios y a extraños al ver que el partido comunista apoyaba al partido de derecha, que en su origen, Alianza Popular, se había formado con los humos del franquismo.

 

2. El PP articuló una ley discriminatoria en el negocio de televisión satelital. Ordenó la creación de un comité encargado de regular ¡la marca de los descodificadores! Otra sorpresa, un partido liberal en lo económico, colocando obstáculos absurdos como el de prohibir que el descodificador de Canal Satélite Digital se utilizara en el negocio de la televisión de paga.

 

Por si fuera poco, de la revista Cambio, el gobierno recortó un artículo del filofranquista Jaime Campmany para demandar a Polanco. En el texto, Campmany aseguró que la empresa Canal Satélite Digital cometía fraude al quedarse con el dinero que los suscriptores pagaban por el comodato que firmaban al recibir el descodificador. Televisión Española (controlada por Aznar) emitió decenas de ocasiones la visita de Polanco a los juzgados. La venganza es dulce.

 

Polanco fue a los brazos de Bruselas, es decir, de la Comisión Europea (CE). Con facilidad venció a Aznar: la injerencia del Estado en campos empresariales resultó inconcebible para los europeos. Aznar reviró frente a las conclusiones de la CE: o cierras el caso o verás al Tribunal de Luxemburgo. El vicepresidente de Aznar, Francisco Álvarez Cascos, cerró el caso declarando con orgullo: “Braceamos a contra corriente de la Unión Europea; creamos un precedente”.

 

El País resultó herido. A partir de ese episodio, los editores crearon la sección Comunicación. Todos los días mostraba el lodo que cubría el campo de batalla. Con Aznar, los periódicos ABC, El Mundo y La Razón, se encargaban de disparar palabras en contra de Polanco.

 

La segunda herida de El País la recibió del presidente José Luis Rodríguez Zapatero. El binomio PSOE y Prisa fue roto por el empresario Jaume Roures. El productor de películas de Woddy Allen como Vicky Cristina Barcelona, recibió el apoyo de Zapatero para competir en contra de El País a través del periódico Público (hoy, desaparecido en su versión impresa).

 

Las editoriales de El País fueron subiendo de tono. En una de ellas, en julio de 2011, le piden a Zapatero el adelanto de las elecciones: “(…) Si Zapatero quiere rendir un último servicio al país, debe hacerlo abandonando el poder cuanto antes”.

 

La tercera herida de El País fue la muerte de Jesús de Polanco. Juan Luis Cebrián ha aprovechado el oleaje de la incertidumbre para renovar al periódico sin hacerse a un lado. Su poder eclipsó el posible liderazgo de Ignacio Polanco Moreno, su sucesor.

 

De la cuarta herida que recibe El País no es necesario ahondar. La crisis económica española detonada por la especulación inmobiliaria llega a éste como lo hace en muchos otros periódicos del mundo. De la brecha entre la historia (papel) y la tecnología (internet), surgió un devastador tsunami financiero. El anuncio de una inminente huelga de El País no tendría que sorprendernos si España vivirá otra huelga general el 14 de noviembre. Lo verdaderamente grave serán las consecuencias que arrojarán los despidos anunciados en el periódico español sobre la calidad del producto.

 

La apuesta por Prisa está en América Latina. Es la última carta que le queda.

 

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