La desinformación no es un fenómeno nuevo. Sí son inéditas, en cambio, la velocidad y la amplitud con las que se propagan toda clase de bulos e informaciones trucadas (“fake news”) por las redes.

 

La información falsa es un problema que perjudica tanto a los medios de comunicación, como a los usuarios.

 

En la semana pasada hubo varias noticias falsas que tomaron fuerza en las redes sociales.

 

La más sonada es la del restaurante de carne humana en Tokio, que se viralizó a pocas horas de darse a conocer, sin embargo, un días más tarde se dio a conocer que se trataba de una mala traducción y además se realizó una investigación exhaustiva en medios de Japón y no se encontró la circulación de dicha información.

 

En medio del dolor de los familiares de los tripulantes y del operativo de búsqueda del submarino ARA San Juan, se viralizó en WhatsApp una falsa noticia que aseguraba que la nave fue atacada por error por un misil de las fuerzas de Estados Unidos.

 

 

Las fotografías del presidente ruso Vladimir Putin en una ceremonia de Navidad fueron adulteradas para que pareciera que le estaba robando un caramelo a un niño.

 
Las imagen muestran al presidente ruso Vladimir Putin tomando una paleta de un niño.

 

 

Geert Wilders, el líder antimusulmán holandés, ha agitado dos conceptos en boga: posverdad y verdad alternativa. El resultado ha sido una foto trucada de Alexander Pechtold, jefe de los liberales de izquierda, apoyando una manifestación de islamistas en favor de la implantación mundial de la sharía (ley islámica).

 

 

aarl