Veinte años han transcurrido desde el fatal desenlace de aquella frenética carrera por La Ciudad Luz del Mercedes S280, perseguido por los paparazzi y que a bordo viajaban la celebridad planetaria, Lady Di, y su novio, el magnate egipcio, Dodi Al-Fayed.

 

El vehículo conducido por Henri Paul, un alcohólico en tratamiento contra la depresión, terminó incrustado en el pilar 13 del túnel bajo el Puente del Alma que mira desde la orilla derecha del Sena a la Torre Eiffel. Tres de los cuatro ocupantes de la limusina perdieron la vida en el siniestro. Dodi Al-Fayed y Henri Paul fallecieron en el acto. Lady Di murió cuatro horas después del siniestro en el hospital de la Pitié-Salpêtrière, de una hemorragia pulmonar. Sólo sobrevivió el guardaespaldas, que asegura no recordar nada de lo sucedido.

 

Hace dos décadas, casi inmediatamente después del drama que conmocionó al mundo entero, la Llama de la Libertad, un pequeño monumento situado justo encima del Túnel del Alma -regalo de Estados Unidos a París por haberle ayudado a restaurar la Estatua de la Libertad- se convirtió de manera espontánea en un auténtico mausoleo de culto a Diana, un lugar de peregrinación, bien visible en las guías turísticas, que atrae día tras día a visitantes de todos los rincones del planeta ansiosos de depositar flores, ofrendas y mensajes de cariño a La Reina de los Corazones. El recuerdo de la princesa más querida del siglo XX está más vivo que nunca.

 

Cada vez que paso por la Llama de la Libertad, rebautizada por muchos como “la llama de Lady Di”, me doy cuenta de que la mayoría de los peregrinos ahí reunidos cree firmemente que hubo una conspiración para asesinar a Diana de Gales, convertida en un personaje incómodo para la monarquía de su país, se insiste en que se había simulado un accidente mortal para quitarla de en medio. Parece que con el paso del tiempo se acumulan pistas y misterios sin resolver, al menos en el imaginario colectivo.

 

Da la sensación de que de nada han servido las exhaustivas investigaciones, francesas y británicas, cuya conclusión es unánime: el accidente fue causado por el exceso de velocidad y el estado de embriaguez del chofer; el Mercedes que conducía, una especie de ataúd sobre ruedas, no debía estar circulando, había sido destruido tras accidentes anteriores, vendido como chatarra y reconstruido.

 

Pero estos hechos irrefutables no lograron frenar toda una oleada de teorías conspirativas, atizadas sobre todo por el padre de Dodi, Mohamed Al-Fayed. Este último sostenía que la pareja había sido asesinada por la monarquía británica, reticente a aceptar que el padrastro de un futuro Rey de Inglaterra fuera un musulmán. Al-Fayed aseguraba que la princesa estaba embarazada e iba a casarse con su hijo.

 

Otras versiones apuntan a un complot de Bin Laden que habría matado a la Princesa, ya que era un mal ejemplo para las mujeres musulmanas.

 

Existe también una hipótesis que indica que la Princesa fue asesinada por los traficantes internacionales de armas, enemigos de su campaña para prohibir el uso de minas antipersona.

 

El primer fotógrafo que acudió al lugar de los hechos, Romuald Rat, aportó un testimonio desconcertante indicando que Diana y Dodi estaban manteniendo relaciones sexuales en el coche antes del choque.

 

Veinte años después, muchas incógnitas aún no están resueltas:

 

-¿Por qué la ambulancia tardó 45 largos minutos en llegar al Túnel del Alma?

 

-¿Por qué el Mercedes en el que viajaba Diana de Gales estaba averiado?

 

-¿Cuál es la identidad del motorista que cruzaba el túnel en el momento del accidente y nunca pudo ser localizado?

 

-¿Por qué nadie consiguió contactar aquella noche fatídica con el entonces Presidente francés, Jacques Chirac, que no se presentó en el Palacio del Elíseo hasta la mañana siguiente? De acuerdo a las revelaciones de la revista Voici, Chirac durmió en casa de la diva italiana Claudia Cardinale.

 

La fascinación por la vida y la muerte de Lady Di persiste. Es posible que nunca queden despejados todos los enigmas en torno a su partida.

 

Lo que sí podemos asegurar es que por Diana, París seguirá siendo uno de los grandes centros del turismo macabro.

 

caem