La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico cuenta con 34 países miembros. De entre ellos, México tiene la peor estadística en materia de accidentes de tránsito: 14.7 muertes por cada 100 mil habitantes, además de una tendencia al alza. Su “rival” más cercano es Corea del Sur, con 14.1; Chile, con 12.3; Grecia, con 12.2; Turquía con 12, Polonia y Portugal con 11.8 y Estados Unidos, con 11.4. Todos los demás están debajo de 10.

 

¿Qué hay detrás de las muertes por accidentes de tránsito? En general hay una relación entre subdesarrollo y este indicador. Estados Unidos es una excepción: se maneja rápido, el coche – músculo es un orgullo nacional, y la infraestructura está completamente orientada al auto. Corea del Sur no se queda muy atrás: sus cinco marcas nacionales son también su orgullo, se maneja rápido y la infraestructura también está orientada hacia el auto.

 

 

Los mejores indicadores los reportan Islandia, con 2.8 muertes por cada 100 mil habitantes; Suecia, con 3, y Reino Unido con 3.7. En Suecia, que con 9.4 millones de habitantes tuvo 266 muertes en accidentes de tránsito en 2010, el 11.7% de esta cifra fueron atropellados. En México, de entre los 17 mil 301 muertos, el 28.8% fueron atropellados, lo que significa un mayor castigo a los más vulnerables. En Suecia nació un programa que empieza a extenderse por el mundo: Visión Cero; Suecia ya tiene como visión que en 2020 no haya muertes por accidentes de tránsito en su territorio.

 

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Hace unos días, Cástulo Ariel Morales fue arrollado y muerto por la patrulla del Distrito Federal T1116. La conductora de la patrulla salió bajo fianza, pero al interior del auto había cascos de cerveza. Cástulo Ariel no fue el único afectado, otro ciclista y los ocupantes de un automóvil también tuvieron lesiones. La conjetura más obvia es, Brenda Barrón venía rápido y bebiendo. Su libertad bajo caución contagia pesimismo por la impunidad que representa: entre policías se ayudan.

 

El caso de la patrulla T1116 podría ser un aislado, pero hace unos días hubo otro atropellado por policías. Entre organizaciones ciclistas surgió la campaña #QuieroConfiar, pidiendo que el reglamento de tránsito sea realmente aplicado, como un mecanismo para reducir la siniestralidad. Todos los días, la cuenta @Transito_CDMX nos receta en twitter un listado de sanciones por violaciones al reglamento. En la práctica, sin embargo, éste es letra muerta.

 

Algunas organizaciones ciclistas fueron recibidas recién por autoridades de la Policía de la Ciudad de México. En la reunión, el subsecretario de Control de Tránsito fue cínico respecto a su ineptitud: “así es México” y al final de cuentas defendieron que la prioridad de los agentes de tránsito es agilizar el paso de los autos, sobre todo ante contingencias como lluvias, eventos masivos y manifestaciones. La vida no vale nada.

 

Las calles mexicanas, y esto no es exclusivo de la Ciudad de México, están repletas de vehículos en la banqueta, se maneja a exceso de velocidad respecto a límites que ya de por sí son altos, vueltas prohibidas, manejo temerario, autos y puestos de periódicos o de comida generando puntos ciegos, diseños viales que vulneran a las personas, licencias sin examen de manejo, impunidad, etcétera.

 

La respuesta más simple es culpar al peatón de los accidentes: venía distraído, cruzó fuera del área indicada, pero la estadística muestra que en México la vida no vale nada. Cuando concurren imprudencia del peatón y del conductor, a este último no se le juzga siendo que lleva la mayor responsabilidad, por la velocidad y la masa de su vehículo. En otras latitudes los conductores están obligados a hacer todo lo posible por evitar un accidente; en México, el error o la imprudencia del más vulnerable reciben la pena más alta: como en Guanajuato, en las calles mexicanas se apuesta la vida, y se respeta al que gana.