¿De qué se puede reír una persona que ha sido detenida por las autoridades y sobre quien pesan acusaciones graves que podrían llevarla a prisión por el resto de su vida?

 

La sonrisa cínica y desafiante del ex gobernador de Veracruz, Javier Duarte, poco después de ser arrestado en el municipio de Panajachel, Guatemala, recuerda a la que mostró el capo colombiano Pablo Escobar, al ser fichado por vez primera por la policía de Medellín; o la de Édgar Valdez Villarreal, alias la Barbie, cuando las autoridades lo presentaron ante los medios de comunicación, el 31 de agosto de 2010, luego de una larga búsqueda y cacería…

 

El común denominador en estos tres casos es el saberse con un poder tal, que pueden corromper a la justicia o, en su defecto, negociar, si no su liberación, sí algunos beneficios, todo a cambio de información valiosa que pueda ser utilizada para beneficio de quien obtiene sus confesiones.

 

Nos dicen que la captura de Duarte tiene dos objetivos: el primero, lavarle la cara al Gobierno federal, al dar la imagen de que está trabajando para castigar a los políticos corruptos, de ahí que no es mera coincidencia que unos días antes se haya logrado la detención de Tomás Yarrington, quien está acusado de ser parte activa de la delincuencia organizada; y el segundo, obtener información que pudiera cambiar el rumbo de la elección presidencial en 2018.

 

En el primer caso, el ex gobernador veracruzano podría revelar los nombres de las personas que fueron parte de su red de corrupción y saqueo, y a quienes se les aplicaría una sanción ejemplar para lanzar el mensaje a la sociedad de que este gobierno sí tiene la voluntad de poner un freno a la voracidad de todos aquellos que desvíen recursos de los mexicanos; y en el segundo, no sería extraño que, en un momento dado, alguien filtrara un video del interrogatorio de Duarte, en el que dé a conocer detalles de lo que en su momento aportó al Partido Movimiento Regeneración Nacional (Morena), lo que significaría un duro golpe para la figura de Andrés Manuel López Obrador, quien sería tratado como cómplice del ex gobernador, y por tanto lo bajarían de las preferencias electorales.

 

Ésa podría ser la causa de la actitud retadora e insolente de Javier Duarte, quien se sabe poderoso por todos los beneficios que puede obtener a cambio de información valiosa.

 

De ahí su sonrisa, esa sonrisa que da la impunidad.

 

¿Cómo creerles?

 

¿Cómo convencer a los mexicanos de que, con el arresto de Javier Duarte, el Gobierno federal sí está combatiendo a los corruptos, cuando dejan en libertad al dueño de Oceanografía, Amado Yáñez (acusado de defraudar a Banamex por más de cinco mil millones de pesos), a cambio de una ridícula fianza de 7.5 millones de pesos?

 

Ni cómo ayudarles.

 

 

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@JuanMDeAnda