El 2 de septiembre de 1989, la República se reunía en el restaurante San Angel Inn.
 
Como siempre, la Secretaría de Hacienda imponía condiciones.
 
Los asesores del secretario Pedro Aspe, expediente en mano, lo mostraban a los gobernadores y les pedían su firma.
 
Era el convenio de coordinación fiscal no para ese 1989, sino para 1990.
 
¿Cómo?
 
Como viniera, eso no importaba.
 
Todos eran priistas.
 
Desde Miguel Ángel Barberena, de Aguascalientes, hasta Arturo Romo, de Zacatecas, por pasar revista a la nación de la primera a la última letra del alfabeto.
 
De la A a la Z.
 
No se diga Manuel Camacho, quien desde el Distrito Federal cultivaba a su jefe y amigo Carlos Salinas para ganarse sus favores y conseguir su ansiada postulación a la Presidencia de la República en 1994.
 
Total, todos los gobernadores, sin ninguna renuencia, firmaban el proyecto de coordinación fiscal elaborado sin condiciones, con puntos y comas inamovibles, para el siguiente año calendario.
 

Del federalismo de Ruffo al actual

 
Ah, pero había un inconveniente.
 
Entre los 32 gobernadores y el jefe del DDF se encontraba un flamante mandatario estatal, el primero no priista, para iniciar la historia de la alternancia.
 
Democracia, le llaman algunos, aunque es cuestionable.
 
Era Ernesto Ruffo, de Baja California.
 
Vencedor ante Margarita Ortega, la priista a quien Luis Donaldo Colosio apeó de la contienda de agosto de 1989 con una frase histórica:
 
-“Las tendencias en Baja California no nos favorecen”…
 
Al día siguiente entrevisté al presidente Carlos Salinas, sobre el tema, frente al Museo Nacional de Antropología e Historia, cuya foto conservo simplemente como recuerdo de aquella historia.
 
-¿El PRI claudica ante el PAN? –le pregunté.
 
-Pregúntales a los bajacalifornianos. Ellos tienen su versión –me contestó en su lenguaje siempre ecléctico.
 
Para Ruffo no hubo imposición, sino una comedida invitación de Aspe para negociar el convenio de marras.
 
Así comenzó la transición, llevada al extremo por Ernesto Zedillo, cuando en 1994, ante la crisis devaluatoria denominada por Salinas, el error de diciembre, prometió a Washington la transición.
 
Hoy esa transición vive una nueva etapa.
 

Peña Nieto y su nueva cooperación

 
El punto de quiebre fue el 5 de junio.
 
Ese día, a lomo del desprestigio del Gobierno federal y la crisis socioeconómica, amén de la inseguridad, la oposición se hizo de siete estados en la peor derrota del PRI.
 
Aguascalientes, Chihuahua, Durango, Quintana Roo, Tamaulipas y Veracruz van a la oposición, mientras Rafael Moreno Valle retiene Puebla con honores a través de Antonio Gali.
 
Para ellos habrá nuevo trato.
 
Es la orden presidencial.
 
Si había alguna duda, quedó claro ayer cuando Carlos Joaquín estuvo en Los Pinos y Enrique Peña le pidió coordinarse y mantenerlo informado de ese nuevo entendimiento federación-estado.
 
Y para evitar dudas, el PRI de Enrique Ochoa y Carolina Monroy –ella tan ecléctica como para sumar a panistas y perredistas en el Estado de México– tendrá delegados cuya misión será fungir como enlaces.
 
Cero confrontación, pues.