Eufórico, un ex alto funcionario público buscaba convencerme hace unas cuantas semanas sobre las extraordinarias expectativas que tiene enfrente la industria automotriz asentada en el país. “Este año y los que siguen va a crecer como nunca”, me repetía a la vez que me soltaba sus cálculos optimistas sobre la derrama que significaría la expansión de la industria automotriz en la economía, incluyendo al reformado sector energético. Su optimismo sobre lo que este ‘jalón’ pudiera representar para la industria era realmente contagioso.

 

Unos días después la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz (AMIA) daba a conocer cifras realmente buenas para el mes de enero. La producción de vehículos ligeros había crecido 6.3%, las exportaciones se incrementaron 15.2% y las ventas al mercado interno repuntaron 21.3% para superar los 103 mil vehículos vendidos, la mayor cifra histórica para un mes de enero. Pero en realidad todas estas cifras marcaron un récord histórico para la industria automotriz.

 

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La velocidad a la que han crecido tanto la producción como las exportaciones de vehículos hechos en México en los últimos meses no tiene precedentes porque los consumidores estadounidenses han vuelto a demandar vehículos a un ritmo no visto desde la crisis de 2008. En enero pasado se vendieron en Estados Unidos casi un millón 146 mil vehículos ligeros que significa un salto de 13.4% en relación a enero de 2014 y de ese total de ventas el 12.6% fueron vehículos hechos en México.

 

Las cifras que muestran el dinamismo que está viviendo la industria automotriz en México no dejan dudas sobre el optimismo de aquel ex funcionario y más aún cuando los pronósticos son, prácticamente al unísono, bastante alentadores.

 

La ampliación y construcción de nuevas plantas automotrices de firmas europeas, japonesas y estadounidenses confirman la elección de México como un importante productor global automotriz cuyas ventas ya representan más de una tercera parte de las importaciones de vehículos ligeros en Estados Unidos y una cuarta parte de las importaciones que realiza Canadá, los dos mercados más importantes del continente.

 

Quizá entusiasmado por el ritmo de crecimiento actual es que ayer en Querétaro el presidente de la AMIA se atrevió a pronosticar que México producirá 5 millones de vehículos en los próximos 5 años, hacia el 2020, lo que implicará un salto de 70% respecto de la producción actual, para convertir a México en el tercer exportador mundial de vehículos ligeros.

 

Todos estos datos no dejan duda de que la industria automotriz vive un ‘boom’, quizá solo comparado –toda proporción guardada- con el ‘boom’ petrolero de finales de los años setenta o el ‘boom’ que vivieron las mineras en los últimos años a raíz de los altos precios de los minerales.

 

Ahora el asunto es qué hacer con este ‘boom’ que nos viene de fuera. Los retos con la industria automotriz son enormes para el país como: 1. Incrementar el actual 30% de insumos nacionales a través de programas agresivos de desarrollo de proveedores locales altamente competitivos; 2. Desarrollar políticas para la transferencia y desarrollo de nuevas tecnologías y del proceso de diseño para la industria automotriz del futuro, que ofrezca sustentabilidad al ‘boom’ actual; 3. Diversificar agresivamente los mercados de exportación, disminuyendo gradualmente los riesgos de la alta concentración y dependencia que ahora se tiene del mercado estadounidense.

 

El boom automotriz que se ha gestado en México es una oportunidad para desarrollar un motor de crecimiento económico duradero; pero será una oportunidad perdida si no hay decisiones de política pública que la encausen en el mediano y largo plazos.