Se trata de la primera guerra a nivel global en la que no ha habido muertos o, por lo menos, no tenemos constancia de ello.

 

El ciberataque global que vivimos en las últimas horas no tiene precedentes. Millones de computadoras de más de 150 países fueron hackeadas. En la mayoría de los casos se llevaron información sensible. Si querían la información de vuelta, había que pagar un rescate y, además, con bitcoins, la moneda virtual que se utiliza en la Red.

 

 

Lo que ha ocurrido es de una gravedad extrema; más allá incluso de lo que podemos imaginarnos. Por eso extraigo varias conclusiones.

 

 

En primer lugar, con este procedimiento se acabaron los secuestros físicos. ¿Qué necesidad habría de secuestrar a una persona? Pueden abducir la vida de cualquier individuo con sus claros y oscuros, con sus secretos -ésos que los románticos decimos que nos llevamos a la tumba-. Se llevan las cuentas corrientes, las fotografías, la vida íntima, los momentos públicos y privados; se llevan un sinfín de historias que conforman la vida de las personas que, de repente, dejan de pertenecerles. Nos roban, ya no a las personas, sino a sus almas virtuales con el riesgo de que, además, por mucho de que se pague un rescate, no las devuelvan. Se convierten en dueños de nosotros para siempre.

 

 

Pero si extrapolamos los términos, podemos ir a cualquier otro ámbito porque hoy la vida sin una computadora nos llevaría a la Edad Media, sin caer en la exageración.

 

 

Tras la posible injerencia de Rusia en el proceso electoral de Estados Unidos, ¿alguien podría poner la mano en el fuego porque no se pudiera intervenir en otros procesos electorales decisivos como las elecciones británicas, alemanas o las legislativas francesas? No me extraña que los comicios holandeses, celebrados hace escasos meses, pidieran un recuento de votos manual. Y si sigue la situación por estos derroteros, sería factible que los recuentos electorales en todos los países tiendan a volver a hacerse de modo manual.

 

 

Sigo recorriendo este mundo cibernético aplicándolo a otros rubros. El dictador norcoreano Kim Jong-un lleva lanzando misiles desde hace años y todos con éxito. Cada vez que los lanza, Occidente lleva el Jesús en la boca. Hasta que Donaldo Trump se cansó y mandó a su portaaviones enseñándole los dientes al régimen de Corea del Norte.

 

 

El último que ha lanzado Pyongyang hace pocas horas ha resultado ser exitoso. Sin embargo y casualmente los dos anteriores fueron un fracaso estrepitoso. Según lanzaba los misiles, se les caían.

 

 

Pensando entre ficción y realidad, ¿no podría Estados Unidos haber hackeado las computadoras secretas de la Defensa norcoreana para abortar cualquier intento de lanzamiento de un misil nuclear por parte de Corea del Norte?

 

 

Viendo lo que acabamos de ver, con este ciberataque global, que la misma policía europea -Europol- afirmó que era tan sólo el principio, me preocupa que mañana pueden hacerse dueños de la electricidad, por ejemplo, y dejen a muchos países sin energía con lo que ello comportaría o extraigan las cuentas de grandes empresas o particulares; o, peor aún, que tengan acceso a las medidas de seguridad de los países que poseen armamento nuclear. Eso sí que es preocupante.

 

 

Olvidemos quién gana o deja de ganar elecciones, dejémonos de déficit público o privado, no le demos tanta importancia a la macroeconomía. Ocupémonos realmente de lo que está por venir e intentemos que no suceda, aunque esto ya parece imparable.