La movilidad determina la manera en que la estructura urbana y el espacio público se desarrollan; es un derecho social establecido en la recién promulgada Constitución de la CDMX, que a su vez la jerarquiza sobre los automóviles privados en las modalidades de no motorizada y transporte público.

 

Por ello, impulsar la movilidad a pie o en bicicleta no es un intento por entorpecer la dinámica de nuestras ciudades. Al contrario, mejorar las zonas de tránsito peatonal y construir ciclovías son parte del principio de que todos tenemos el mismo derecho de movernos de manera segura, cómoda y conveniente, sin importar el medio que elijamos.

 

La propia Organización de las Naciones Unidas, en uno de sus objetivos de desarrollo sostenible para el año 2030, establece como prioridad proporcionar acceso a modos de transporte seguros, asequibles, accesibles y sostenibles, así como mejorar la seguridad vial para los elementos más vulnerables de esta cadena, es decir, las personas que van a pie y las que se mueven en bicicleta.

 

Durante décadas, las vialidades se percibieron como espacios dedicados exclusivamente para que los automóviles pudieran circular a gran velocidad. Sin embargo, la realidad es que nacen para trasladar personas y bienes de un punto a otro, sin importar si es a través del transporte público o de un vehículo particular.

 

No es de extrañar el anquilosamiento gradual de este modelo, para dar pie a la construcción de ciudades más equitativas y sostenibles.

 

Por lo cual, el cambio de paradigma se debe enfocar en incentivar la vida comunitaria, los pequeños desplazamientos y la reconstrucción del tejido social. Efectivamente, al construir una ciclovía o al ampliar las banquetas, se puede afirmar que se reduce espacio al automóvil; no obstante, es necesaria su redistribución para conseguir una mejor configuración urbana que se refleje en una mejor calidad de vida para todas las personas.

 

Con una visión de largo plazo, debemos adoptar modelos de desarrollo urbano a escala humana, en los que caminar y usar la bicicleta y el transporte público sean los elementos rectores para mejorar la movilidad; que sea posible ahorrar tiempo en los desplazamientos para destinarlo a la convivencia familiar o el esparcimiento.

 

Es tan grande el deseo de reducir los tiempos en la movilidad que se ha convertido en una exigencia de la ciudadanía, como durante la consulta del Presupuesto Participativo 2016, en la cual los vecinos de la colonia Roma Norte votaron, en una proporción de tres a uno, a favor de la construcción de una ciclovía confinada sobre la Avenida Salamanca.

 

Pareciera que aún falta mucho por transformar a fin de que los signos de modernización y progreso no se queden en las grandes vialidades e infraestructura masiva en favor del automóvil. Pero al contrario: cada vez falta menos para conseguir una ciudad con rostro humano y moderno que se refleje en todos los ámbitos, particularmente en el de la movilidad.