Para las elecciones de 1988, la campaña de Carlos Salinas de Gortari no prendía. Estadios semivacíos, desaires y rechazo de la propia militancia priista eran la tónica a lo largo del país.

 

En cambio, Cuauhtémoc Cárdenas –que acababa de abandonar el PRI y se alzaba como candidato a la Presidencia de la República por el Frente Democrático Nacional– entusiasmaba a propios y extraños. Y junto con él, Porfirio Muñoz Ledo.

 

Salinas no perdía detalle de sus contrincantes. Al ver cómo avanzaba la popularidad de su adversario –quien no paraba de criticar al PRI– buscó responderle, exhibirlo.

 

Fue entonces que le pidió a Otto Granados que hablase con Augusto Gómez Villanueva (gran amigo de Porfirio y conocedor de cómo se había formado la Corriente Democrática) para que escribiera un artículo en el que “precisara” cómo y por qué había sido la salida de Cárdenas y de Muñoz Ledo del PRI.

 

Dicho texto iba a ser publicado en la revista Siempre.

 

Gómez Villanueva, puesto contra la pared porque finalmente iba a ser reivindicado después de 12 años de exilio (aparecía en las listas como candidato a diputado), accedió a escribir ese pasaje de la historia. Pero lo hizo a su estilo: de manera respetuosa y con prudencia.

 

Cuál no sería su sorpresa cuando vio publicado en Siempre, bajo su nombre, un artículo que nada tenía que ver con lo que había escrito. Era algo miserable, de mala leche, escrito realmente por Otto Granados, pero que mandó publicar con la firma de Gómez Villanueva.

 

Ahí se dio la ruptura entre Augusto y Porfirio. La gran amistad que los unió desde su juventud y a lo largo de dos sexenios se acabó. No volvieron a verse ni a hablarse…

 

Fue hasta hace un par de meses, ¡28 años después!, que se reencontraron como diputados constituyentes. Gómez Villanueva, con 87 años de edad –propuesto por el Presidente de la República–, como presidente de la Mesa de Decanos; Muñoz Ledo, de 83 –propuesto por el jefe de Gobierno de la Ciudad de México–, como secretario.

 

Y lo más increíble –reconocido por ambos– fueron las dificultades para instalar la Asamblea Constituyente lo que volvió a unirlos.

 

Hicimos mancuerna otra vez, como en los viejos tiempos, y así logramos instalar el Constituyente. Si no, ¡nunca lo hubiéramos logrado!”, reconoce el ex embajador en Italia y Nicaragua.

 

 

Los dos políticos sonríen –y se sonríen– de nueva cuenta. Y, por supuesto, se dan sus agarrones, como estos últimos días a propósito del fuero: Porfirio, por eliminarlo; Gómez Villanueva, porque se redefinan sus funciones y se mantenga.

 

Aunque están en trincheras distintas, son ya dos viejos lobos de mar que han vuelto a quererse y a respetarse; que han dejado atrás las intrigas salinistas y los rencores de otros tiempos; y que hoy disfrutan con creces esta nueva oportunidad de hacer política, de crear una Constitución.

 

GEMAS. Pregunta “sospechosista” de Germán Martínez, ex presidente del PAN: “¿Por qué el presidente Calderón recibió un diploma del presidente Peña?”.