El presidente Felipe Calderón tuvo la mala fortuna de iniciar su gobierno en momentos en que los graves riesgos financieros sobre la economía estadounidense comenzaban a hacerse evidentes. En 2007, el primer año de su gobierno, ya se habían multiplicado las advertencias de los críticos sobre un probable estallido de una burbuja inmobiliaria que parecía imparable bajo el respaldo de la política monetaria que se dictaba desde la Reserva Federal.

 

Calderón, que había prometido en su campaña presidencial convertirse en el ‘Presidente del empleo’, muy pronto supo que esa promesa tendría, al menos, que diferirse a la segunda mitad de su gobierno porque la atonía y posterior crisis económica estadounidense en 2008, simplemente aplastaría cualquier buena intención del gobierno mexicano.

 

Una situación parecida está enfrentando su sucesor, el presidente Enrique Peña Nieto, quien comenzó su gobierno en diciembre pasado con grandes promesas y expectativas sobre el crecimiento económico y el bienestar de las familias, que incluso convenció a la prensa internacional especializada a escribir en sus páginas editoriales acerca del ‘Momento México’, haciendo alusión al pretendido nacimiento de un nuevo tigre americano con un potencial auge económico.

 

Ocho meses después el panorama ha cambiado. Los resultados del primer semestre muestran a una economía estancada con una perspectiva de crecimiento para el año de 1.8% según el gobierno, pero economistas del sector privado parecen inclinarse más por un rango de solo 1.2% al 1.4%, que es el estimado de los dos grandes bancos del país.

 

Ya no se habla del ‘Mexico Moment’, si acaso del ‘México que podría ser’ de aprobarse e implementarse las dos grandes reformas en curso: la fiscal y energética.

 

Pero al igual que en los albores del gobierno de Felipe Calderón, este sexenio también ha iniciado con un panorama económico externo incierto y -¿por qué no?- desalentador de cara a las entusiastas promesas de campaña y de inicio del gobierno.

 

El martes pasado el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, describió el escenario al que se enfrenta el primer año de este gobierno; pero, más aún, al que se enfrentará Peña Nieto durante prácticamente buena parte de su sexenio.

 

El acento de Carstens, quien compitió recientemente para dirigir el Fondo Monetario Internacional, sobre su diagnóstico de la economía mundial es preocupante. “El panorama para el corto y mediano plazo es que seguiremos experimentando una notoria debilidad de la demanda externa, lo que hace imperativa la búsqueda de más motores de crecimiento interno, estables y fuertes. En lo que va de 2013 el comercio mundial ha mostrado una progresiva disminución…La recuperación del dinamismo del comercio mundial a los niveles previos a la crisis no es, ni mucho menos, inminente. Esta fragilidad del entorno externo no es uniforme; prevalecen diferencias importantes. Como sabemos, la debilidad del crecimiento es más notoria en Europa…es muy poco probable que Europa en su conjunto crezca a tasas suficientes como para impulsar, a través del comercio, el crecimiento de las economías emergentes…A ello se suma la debilidad relativa que está experimentando la economía china después de varios años de un crecimiento acelerado en base a un modelo volcado a las exportaciones…Ello significará un menor ritmo de crecimiento durante un periodo más o menos prolongado…donde sí se ha iniciado la recuperación del crecimiento, pero de forma por demás incipiente y gradual, es en los Estados Unidos”.

 

De concretarse este diagnóstico del gobernador, los motores del mercado externo no serán de gran ayuda para el crecimiento mexicano en este y en algunos años más.

 

La ‘maldición externa’ del primer año de gobierno parece confirmarse otra vez, por lo que el gobierno apuesta todo a lo que se pueda hacer con las reformas fiscal y energética para obtener resultados hacia la segunda mitad del sexenio.

 

samuel@arenapublica.com | @SamuelGarciaCOM | www.samuelgarcia.com