Cuando las personas pierden peso, la mayor parte de la grasa corporal que se elimina se transforma en dióxido de carbono, el mismo que amenaza la atmósfera terrestre, pues es uno de los principales gases de efecto invernadero.

 

De acuerdo con un estudio publicado en el British Medical Journal, los investigadores muestran que la pérdida de 10 kilos de grasa requiere la inhalación de 29 kilogramos de oxígeno, y que este proceso metabólico produce un total de 28 kilogramos de dióxido de carbono y 11 litros de agua.

 

En el proceso, explica Andrew Brown uno de los autores del estudio, realizado en la University of New South Wales de Australia, que los científicos analizaron la pérdida de peso desde una perspectiva bioquímica. Rastrearon así cada átomo que se pierde en la grasa.

 

Señalan que, si se siguen los átomos de 10 kilos de grasa ‘perdida’, podemos encontrar que 8.4 de esos kilos son exhalados en forma de CO2 a través de los pulmones.

 

Los 1.6 kilos restantes se convierten en agua, y pueden eliminarse a través de la orina, las heces, el sudor, la respiración, las lágrimas y demás fluidos corporales.

 

Respirar mucho no adelgaza

 

Dado que perder 10 kilos de peso requeriría inhalar 29 kilos de oxígeno, algunas personas han preguntado a los investigadores si respirando mucho pueden adelgazar.

 

Estos alertan de que esta no es una buena idea: si se respira más de lo necesario se puede hiperventilar, lo que a su vez puede provocar mareos palpitaciones y pérdida de conciencia.

 

Otros han querido saber si adelgazar puede contribuir al calentamiento global, puesto que supone la emisión de CO2 a la atmósfera.

 

Esta cuestión “revela la existencia de conceptos erróneos preocupantes sobre el calentamiento global, que está causado por el desbloqueo de antiguos átomos de carbono atrapados bajo tierra, en organismos fosilizados. Los átomos de carbono exhalados por los humanos regresarían a la atmósfera después de solo unos pocos meses o años atrapados en los alimentos”, aclaran los científicos.

 

DEC