¡A poco no parece como si Donald Trump llevara dos años sentado en la silla del escritorio del Salón Oval de la Casa Blanca!

 

 

Pero no. De entrada quien se sienta en la silla principal de la oficina central de la casa presidencial estadunidense es la niña Ivanka Trump y no el Presidente. Y la realidad es que no ha pasado ni un mes completo desde que este personaje rindió protesta con la mano en la Biblia.

 

 
Está claro que desde el gobierno de Trump se quieren apurar a cumplir con todas sus amenazas de campaña. Ahí están las deportaciones masivas y arbitrarias de miles de mexicanos, está en marcha la renegociación o anuncio de salida del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

 

 
Viene en camino un plan fiscal que promete atraer con espejitos tributarios a las empresas que invierten en países como México, en ese juego del palo y la zanahoria al que juega Trump con las compañías establecidas en nuestro país.

 

 
Pero esto tiene efectos inmediatos, incluso antes de que se anuncie su populista plan fiscal. El efecto inmediato es monetario.
La Reserva Federal (Fed) tiene hoy que lidiar con un dato tan duro y tan frío como el aumento de la inflación.

 

 
El Índice de Precios al Consumidor estadunidense subió hasta 2.5% en enero pasado, después de una alta inflación mensual de 0.6% durante enero.
Hay que decir, para aquéllos que pregonan que el gasolinazo fue un complot peñanietista, que la principal razón para un registro inflacionario tan alto en Estados Unidos fue justamente el incremento en los precios de las gasolinas. Pueden estar seguros que Los Pinos y la reforma energética no tuvieron nada que ver con aquel aumento.

 

 
El punto es que la inflación ya en estos niveles superiores a la meta de la Fed de 2% en términos anuales empieza a ser incompatible con un ritmo lento de incremento de la tasa de interés. El año pasado sólo subió en una ocasión la tasa de referencia, a pesar de haber planeado cuatro incrementos.
Ahora se abre la puerta para un siguiente incremento en la reunión de marzo, porque además hay otras amenazas económicas que tienen más que ver con los planes populistas fiscales de Trump.

 

 
Los esteroides que quieren inyectar a la economía por la vía de la exención de impuestos y el aumento del gasto pueden ser una fórmula perfecta para provocar una recesión en el mediano plazo.

 

 
Lo más lamentable para la labor de la presidenta de la Reserva Federal, Janet Yellen, es que tiene que trabajar con las presiones propias de conducir la política monetaria de la economía más grande del mundo, procurar el crecimiento de ese mismo gigante y, de paso, soportar las presiones y los planes de Donald Trump de afectar su autonomía y hasta su propio puesto de trabajo.

 

 
¿Cuántos millones de personas estaremos en la lista de los amenazados por Donald Trump?