En los últimos dos años hemos leído en la prensa el crecimiento vertiginoso que se ha visto en el desempleo en España, especialmente del juvenil, debido a la grave crisis económica que azota desde 2008 a la península ibérica.

 

Pero estas historias parecen lejanas, hasta que nos topamos con ella de frente. Hace un par de meses, en noviembre pasado, escribí un anuncio en una bolsa de trabajo por internet, buscando a un joven periodista o economista recién egresado de sus estudios universitarios, y dispuesto a hacer carrera en el periodismo económico. Recibí alrededor de 30 solicitudes, de las que cinco eran de jóvenes españoles, que hacía pocos meses habían llegado a México buscando oportunidades de empleo. Los cinco ofrecían en sus currículos estudios de posgrado en periodismo o en campos afines, entrenamiento en periodismo digital, dominio de una lengua -además del español- y una buena experiencia profesional en diversos medios de comunicación reconocidos en España. Eran jóvenes bien calificados en busca de un empleo.

 

A pesar de que esta experiencia reciente no es, ni remotamente, representativa de la realidad laboral, sí es de llamar la atención que una oferta en México sobre un empleo modesto, haya sido suficiente para atraer a 16% de candidatos de origen español.

 

Cuando ayer leí que el Instituto Nacional de Estadística español reportó que el desempleo en España alcanzó un máximo de 26.02% entre la población en edad productiva durante octubre-diciembre de 2012, no pude más que acordarme de la experiencia que acabo de relatar.

 

Sólo la arrogancia de los gobernantes y políticos con sus tropas de analistas alrededor durante los años de la abundancia, hicieron posible tal calamidad en una España ahora acorralada entre los brutales recortes al gasto público y el colapso de un sector inmobiliario que ha arrastrado todo a su alrededor. Si el desempleo en Grecia, de 26.8% reportado en octubre pasado, ya parecía una sinrazón, el paro español está a un tris de arrebatarle esa triste corona.

 

Mientras tanto la desesperación del presidente Mariano Rajoy por encontrar salidas al descontento social, le ha llevado a visitar Perú y Chile buscando alternativas y mercados para los pequeños y medianos empresarios de su país, que ven la quiebra de sus negocios a la vuelta de la esquina ante la caída del mercado local.

 

No extraña. Los grandes diarios españoles han despedido a parte importante de sus plantillas ante la caída en sus tirajes y en sus ventas publicitarias, mientras que la tasa de mortandad se eleva entre buena parte de los diarios provinciales y de los pequeños diarios digitales, que se habían multiplicado en los últimos años de la bonanza española.

 

Ya ayer en Davos, incluso la canciller alemana, Angela Merkel, mostró seria preocupación por el alto desempleo juvenil en España -que superó 55% en 2012- señalándolo como un “nuevo foco de inestabilidad en Europa”. Y vaya que si lo es.

 

No sé en qué magnitud, pero estamos frente a una nueva oleada de migración de jóvenes españoles, bien preparados, hacia nuestros países en busca de las oportunidades que, dicen allá, existen en este lado del Atlántico. Quizá no han reparado bien en las bajas cifras de empleo formal que tenemos en nuestros países, o quizá simplemente la gravedad de la crisis que se vive en el viejo continente, opaca nuestra propia crisis.

 

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