La realidad de las cifras es que la generación de empleos, los salarios reales y las ventas en los comercios siguen –en el mejor de los casos- prácticamente estancados en este arranque de año, mientras que la economía en su conjunto apenas si crece.

 

Con la caída de ventas a marzo que hoy dará a conocer la ANTAD, las tiendas de autoservicios y departamentales sumarán un año de caídas en sus ventas reales; confirmando no solo el mal arranque en este 2014, sino también ratificando que el crecimiento económico del año estará lejos de la meta oficial, como lo proyectan prácticamente todos los economistas del sector privado.

 

Así que por los resultados ya mostrados la atonía de la actividad económica continuó en este primer trimestre sumando ya 16 meses de un crecimiento raquítico desde que el presidente Peña Nieto asumió el gobierno.

 

Si bien se espera que a partir del segundo trimestre comiencen a percibirse en el comportamiento de la demanda agregada los efectos positivos derivados de un mayor ejercicio del gasto público y del dinamismo del sector exportador por un mayor crecimiento de la economía estadounidense; no dejan de ser aún expectativas por confirmar.

 

Con un comportamiento de la economía como la descrita la pregunta que queda por hacerse es ¿cuánta paciencia política tiene el presidente Enrique Peña Nieto para esperar a que se produzcan los beneficios de las reformas económicas, antes que se profundice la caída de su popularidad?

 

Y es que las casas encuestadoras como Consulta Mitofsky, BGC y Buendía & Laredo muestran importantes caídas en la aprobación del presidente Peña Nieto en los meses recientes, mientras que la encuesta del periódico Reforma presenta un 48% de aprobación por otro 48% de desaprobación para la gestión del Presidente.

 

Los resultados negativos en la aprobación del Presidente están influenciados primordialmente por la percepción de una situación económica personal menos holgada. Son los resultados económicos de los últimos meses el principal enemigo para una mayor aprobación de la gestión presidencial.

 

En la encuesta que realiza el periódico Reforma, el 53 por ciento dice que el aumento de impuestos le ha perjudicado, mientras que el 39 por ciento manifiesta un deterioro en su situación económica personal.

 

Pero es el notorio incremento en la desaprobación ciudadana lo que podría minar la paciencia política del Presidente respecto de la marcha actual de la economía. La preocupación en Los Pinos se traduce en que en los últimos discursos el Presidente ha enfatizado en que su gobierno está gastando más, mejor y más rápido con la intención de ayudar a la recuperación de la economía; un asunto que ya es urgente para el círculo cercano al Presidente. Y es que la encuesta de Buendía & Laredo, que mostraba apenas un 29 por ciento de desaprobación en febrero de 2013, para un año después esta cifra había crecido a 46 por ciento en febrero pasado; mientras que el porcentaje de ciudadanos que aprueban su gestión cayó de 56 a 44 por ciento en ese periodo.

 

Lo que revelan las encuestas –y que debe preocupar a los encargados de las estrategias de comunicación, imagen y políticas públicas en Los Pinos- es que el mal comportamiento de la economía y los costos recientes que los ciudadanos han tenido que asumir con las reformas –como el alza de impuestos; no ha sido contrarrestado en la opinión ciudadana con las buenas expectativas que ha intentado generar el gobierno con las reformas estructurales.

 

Claramente aquellas promesas gubernamentales de bienestar derivadas del crecimiento económico en el largo plazo, así como algunos beneficios tangibles no han sido creíbles para los ciudadanos.

 

Cuando los encuestadores de Buendía & Laredo preguntan si debido a la reforma energética aprobada el año pasado se piensa que bajarán o subirán los precios de las gasolinas, de la energía eléctrica y del gas; una gran mayoría de los ciudadanos (más del 70%) no cree en las promesas del gobierno y piensa que estos precios subirán.

 

El problema que enfrenta ahora la aprobación de Peña Nieto es que a los costos de corto plazo asociados a las reformas, se sumó un mal desempeño económico y una estrategia poco afortunada de ‘venta’ de las reformas.