Una de las expresiones gráficas más populares de la relación económica entre Estados Unidos y México son las remesas que envían al país los connacionales que viven al norte del Río Bravo.

 

Y es que buena parte del territorio nacional es, literalmente, “bañado” mes a mes con los dólares que envían los mexicanos que viven en el exterior a sus familiares en distintos puntos de la República. Y no se exagera cuando se figura un baño de billetes verdes. En la última década, entre 20 y 26 mil millones de dólares llegaron al país a través de más de cinco millones de envíos que se hacen anualmente.

 

Este monto de dólares es comparable con las exportaciones anuales de Costa Rica y Honduras juntos, o con la producción anual de El Salvador. De hecho, el monto de las remesas que recibe México desde su población que vive en el exterior, es mayor que el flujo anual de inversión extranjera directa y duplica la derrama económica que anualmente dejan los más de 23 millones de turistas extranjeros que vienen a vacacionar al país.

 

De ese tamaño es la importancia financiera de las remesas que llegan a México y cuyo monto sólo está por debajo de los ingresos de divisas por las exportaciones petroleras.

 

Literalmente hay un mundo de mexicanos allá afuera -en Estados Unidos- trabajando por sus familiares aquí. Por eso -además de importarle a la macroeconomía- también lo que pase con la economía estadunidense le incumbe a millones de familias mexicanas.

 

Y últimamente éstos no han sido buenos tiempos para Estados Unidos. El galopante desempleo le ha pegado duro a la construcción, un sector en el que laboran miles de migrantes mexicanos; mientras que las políticas de seguridad interior en Estados Unidos han endurecido los controles migratorios y la contratación de migrantes en las empresas.

 

Las cifras de las remesas así lo muestran. Como consecuencia no sólo se han reducido los montos enviados, sino incluso su periodicidad. En marzo pasado se recibieron mil 784 millones de dólares en remesas, 15% menos que hace un año, aunque con una ligera mejora respecto a enero y febrero pasados.

 

Sin embargo la perspectiva para las remesas no es alentadora. Después de que en diciembre de 2007 se recibieron más de 26 mil millones de dólares, es probable que en este año apenas supere los 20 mil millones; más aún si se toma en cuenta que la fortaleza del peso desincentiva su envío.

 

El impacto de una reducción en el monto de las remesas en el mercado interno no es menor. Si ya el menor dinamismo de las exportaciones mexicanas a Estados Unidos le pega duro a las cadenas productivas en diversos sectores; pues imagínese el impacto que tiene una fuerte variación en una masa de aproximadamente 250 o 280 mil millones de pesos anuales, para el comercio o para la construcción.

 

Por eso la importancia de la marcha de la economía estadunidense para México, pero también lo fundamental que resulta México para la competitividad de la economía estadunidense. Las remesas, y la migración, son apenas un vértice de una relación económica inevitable que más vale construir para el largo plazo a través de una gran alianza de Norteamérica.

 

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