Oscar Pistorius siempre lleva consigo una carta que le escribió su madre. Fue realizada cuando cumplió un año y estaba destinada a ser abierta cuando fuera mayor. La escribió en medio del dolor por haber decidido la amputación de su bebé a los 11 meses de nacido. La escribió sin saber que no llegaría a ver los logros más públicos que conseguiría su hijo.

 

“Un perdedor no es quien llega al último, sino quien se sienta, mira y nunca ha intentado correr. Es una frase muy importante. No seremos grandes, pero hay que intentarlo y trabajar duro para ello”, dice la carta en una de sus partes, misma que publicó Pistorius en su autobiografía.

 

Y Oscar fue más allá. No sólo no se sentó a mirar, sino que corrió y fue el más grande. Siempre a contracorriente, siempre arrastrando tras de sí el destino que eligieron por él. Víctima de una malformación en el vientre materno, el atleta nació sin tobillos ni peronés. El dolor que sufría el bebé fue lo que llevó a sus padres a tomar la decisión. Eso y un niño que conocieron, quien jugaba tenis pese a usar una prótesis.

 

Seis meses después de la amputación, Oscar ya caminaba con sus prótesis. Y nada en su vida era fuera de lo normal hasta que llegó al colegio y fue víctima de acoso escolar a causa de su situación. El joven salió adelante gracias al deporte, y esa es una historia que se ha repetido contantemente cada vez que Pistorius encara un nuevo reto. Por ejemplo, su oposición a ser considerado inválido: “Yo no soy inválido, simplemente no tengo piernas”, dijo cuando enfrentó a la Federación Internacional de Atletismo y consiguió ser admitido en pruebas regulares, no sólo paralímpicas, hasta ganar el derecho de disputar la clasificación a los Juegos Olímpicos de Beijing en 2008.

 

Su madre, Sheila, una cristiana comprometida, pero de quien dicen era divertida y libre pensadora, no logró verlo competir sobre el tartán. Murió en 2002, cuando Oscar tenía 15 años y era jugador de rugby, un deporte que debió dejar en 2003 por una lesión de rodilla. Fue en la rehabilitación que descubrió el atletismo. Las fechas de su nacimiento y muerte están tatuadas en el cuerpo del atleta.

 

Los padres marcan la vida de sus hijos. Para bien o para mal. Si bien Sheila fue su principal aliento para salir adelante, la pasión por las armas le viene de su papá, Henke.

 

Las armas fueron su cotidianeidad toda la vida. Un diario local publicó que sólo entre su abuelo, su padre y dos tíos, poseen 55 armas legales, sin contar las seis que eran de su propiedad directa.

 

Henke provocó un escándalo cuando salió a explicar la presencia de tantas armas en su casa. Dijo, que tenían las armas no sólo para practicar el tiro y la caza, sino para defenderse porque, según él, desde que el Consejo Nacional Africano gobierna Sudáfrica, tras la caída del Apartheid, la violencia en contra de los blancos es incontrolable.

 

“Esto se refiere al gobierno de CNA, miren los niveles de crímenes contra los blancos, por qué la protección es tan pobre en este país, es un aspecto de nuestra sociedad”, dijo a un diario británico en marzo de 2013, ni tres semanas después de la muerte de su novia, Reeva Steenkamp, el 14 de febrero.

 

Las declaraciones del padre de Pistorius pusieron en aprietos a la familia y provocó acusaciones de racismo que convulsionaron al país, pese a que él mismo aclaró que nunca ha disparado un arma en contra de persona alguna, porque respeta la vida como uno de sus más grandes principios. Si sale bien librado del cargo que resta aún, comenzará sin duda la prueba más difícil de su vida, que será dejar esto atrás y volver a comenzar.

 

De ahí le viene el gusto por las armas al único atleta con discapacidad que ha logrado colgarse una medalla en un campeonato mundial. Lo hizo compitiendo para Sudáfrica en la edición de 2011 en Daeju. Pistorius participó en la prueba de 400 metros individual y avanzó una etapa. Después, en el relevo 4×400 formó parte del equipo que corrió la eliminatoria, y aunque no participó en la final debido a que eligieron a los cuatro con mejores tiempos, le tocó subir al podio y colgarse la medalla de plata.

 

Al año siguiente el atleta trató de repetir la hazaña en los Juegos Olímpicos, pero no consiguió dar el tiempo necesario para calificar como atleta para las competencias individuales. Pero sí logró entrar al equipo sudafricano de relevos, que terminó octavo.

 

La situación de Pistorius parecía con todo a favor después de los Juegos Olímpicos de Londres. Inexplicablemente, Pistorius no se hallaba cómodo en medio de la fama. Incluso, estaba en negociaciones con uno de los grandes estudios de Hoollywood para llevar a la pantalla su historia y se mencionó a Tom Cruise como el principal interesado.

 

Ahora se sabe que padece un desorden de ansiedad. Y sin quererlo, mostró, antes de la muerte de Steenkamp, lo fácil que saca un arma. Dos incidentes, uno en un restaurante y otro en una disputa callejera, pusieron de manifiesto su propensión a recurrir a las armas. La tercera vez, el terrible sino de esa parte de su herencia lo llevó a las peores consecuencias.

 

Sheila Pistorius siempre le decía que en la vida debería enfrentar las cosas, intentar vencer los obstáculos. Si al final no lo lograba no habría sido por rendirse, y entonces no habría amargura al final del día. Sea cual sea el desenlace de esta historia, Oscar tiene por delante el reto más grande de su vida.