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Hoy se estrena en México la película que ha estado dando de qué hablar en semanas recientes y que se ha convertido en una de las favoritas para llevarse el Oscar a Mejor Película, luego de haber hecho historia al ser el primer filme en ganar siete Globos de Oro, entre ellos el de Mejor Película Comedia o Musical.

 

 

Se trata de La La Land, dirigida por Damien Chazelle, con Emma Stone y Ryan Gosling como protagonistas de una historia ubicada en Los Ángeles de la actualidad y con todos los elementos básicos de una cinta musical clásica: gran fotografía, una vistosa coreografía, una historia de amor entre almas que buscan un lugar en el mundo, canciones pegajosas y más. La receta clásica para hacer pasar un buen rato al espectador y hacerlo olvidarse de sus problemas.

 

 

Pero, ¿por qué es relevante que en esta época la película favorita para el Oscar sea un musical, cuando se trata de un género que no todo mundo comprende y que muchos han dado por desaparecido? Por una sencilla razón: provee de esperanza.

 

 

Y es que, ¿a poco no? ¿Quién no ha visto un musical –de acción viva o animado- y no se ha sentido mejor después de salir del cine, esbozando una sonrisa o incluso hasta con ganas de bailar? Cierto, han existido filmes musicales depresivos como Dancer in the Dark o Los Miserables, pero lo regular es que un filme musical tenga un mensaje positivo, de alegría, que sirva de escapismo para los problemas cotidianos y que eleve el ánimo. Prueba de ello son cintas animadas recientes como Sing o Trolls, que al utilizar en su historia canciones pop provocan una reacción positiva en el estado anímico.

 

 

Y es que el cine musical ha formado parte imprescindible del cine, en particular desde la llegada del cine sonoro con cintas como The Jazz Singer, 42nd Street o Top Hat, que dieron paso a otros clásicos como El Mago de Oz, Meet me in St. Louis, Un Americano en París o Cantando Bajo la Lluvia, considerada por muchos como el mejor musical jamás realizado.

 

 

De hecho, el musical jamás ha desaparecido, pues de vez en vez es necesario que el público encuentre en la pantalla grande algo que lo motive y lo haga sentir bien, y nada mejor que hacerlo con música. Para muestra, algunos botones: Amor sin Barreras, Mi Bella Dama, Mary Poppins, La Novicia Rebelde y Oliver! dominaron la década de los años 60, mientras que en los 70, aunque hubo un fuerte declive, sobresalieron filmes como Jesucristo Superestrella, El Show de Terror de Rocky, Cabaret, All That Jazz, El Violinista en el Tejado y hasta Vaselina y Fiebre de Sábado por la Noche demostraron que el poder de la música no tiene comparación.

 

 

Para la década de los 80 y 90, el musical evolucionó a otra forma, gracias en gran parte a la llegada de los videos con MTV. Así, filmes como Xanadu, Victor, Victoria, Footloose o Dirty Dancing eran la normalidad, hasta que en 1989 llegó Disney a renovar el género, en su parte animada, con La Sirenita, que al demostrar ser un éxito en taquilla provocó que casi toda la década tuviera estupendas cintas animadas musicales como La Bella y la Bestia, Aladdin, El Jorobado de Notre Dame, El Rey León, Anastasia o El Extraño Mundo de Jack.

 

 

Del año 2000 a la fecha, la tendencia continúa, aunque tuvo un punto de quiebre con Moulin Rouge! (2001), que presentó una forma diferente, cinética y muy moderna de presentar un musical. A ella le siguieron cintas como Dreamgirls, Sweeney Todd, Los Miserables, El Fantasma de la Ópera, Encantada, Frozen, Jersey Boys y Chicago, primer musical en ganar el Oscar a Mejor Película desde que lo hiciera Oliver! en 1969.

 

 

Incluso la televisión ha tenido en series musicales varios de sus más grandes éxitos en los últimos años, como han sido los casos de Nashville y Empire -que muestran el detrás de escenas de los mundos de la música country y el hip-hop, respectivamente-, o Glee, que incluso se convirtió en un fenómeno popular que, además, alentó a miles de chicos a estudiar alguna forma de arte. Más recientemente, Netflix estrenó Crazy Ex-Girlfriend, que muestra la historia de una chica obsesionada por la obra de dos leyendas de Broadway, como Stephen Sondheim y Bob Fosse.

 

 

Todo lo anterior demuestra que el género musical, sea en el cine o en la TV, está más vivo que nunca, razón por la que la llegada de La La Land a la cartelera implica un mensaje positivo en medio de tantas malas noticias ocurridas no sólo en nuestro país en los últimos meses, sino las que vienen con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. El mundo necesita cantar y bailar, aunque sea en la oscuridad de una sala de cine…