En el mundo del cine, los actores latinos prácticamente siempre han sido relegados a papeles sin importancia, a ser el payaso de la historia o, peor, a ser el malo de la película. Esa es la manera como Hollywood cree que somos los hispanos.

 

 

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Y tratándose de los mexicanos, el asunto es todavía peor. La enfermiza imagen que se tiene en la llamada Meca del cine del varón mexicano es la del tipo macho, mujeriego, bebedor, holgazán, bigotudo, irresponsable y corrupto, mientras que en las mujeres prácticamente no se ha evolucionado de verla ya sea como la mujer abnegada, la revolucionaria tipo Adelita (con todo y vestido de la época de la Revolución) o la mujer voluptuosa y sexual, pero sin mucho cerebro.

 

 

Básicamente lo anterior es el estereotipo que se tiene en Hollywood, por lo que los actores mexicanos que trabajan allá suelen representar exactamente ese tipo de papeles. Han existido algunas excepciones, por supuesto, pero lo que nunca se había mostrado en la pantalla grande era a un personaje principal (que no fuera histórico, claro) protagonizado por un actor mexicano y que hablara inglés con su acento natural. Hasta que Diego Luna lo logró gracias a Rogue One: Una historia de Star Wars.

 

 

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Recientemente, un artículo publicado en el Chicago Tribune y The Washington Post hacía referencia a la experiencia que vivió en Estados Unidos una chica cuyo papá es tapatío y al que llevó a ver el filme en cuestión. La reacción de este último al escuchar hablar a Luna -en su personaje del Capitán Cassian Andor- en inglés, pero con su acento natural, fue de sorpresa y agrado, pues por primera vez se podía ver a un actor mexicano dando vida a un personaje heroico y principal y sin tener que explicar por qué demonios tiene acento de mexicano o latino, para el caso. Cassian Andor simplemente es Cassian Andor. Sin mayores explicaciones.

 

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Y es que en una época en la que el mundo está a dos semanas de comenzar a vivir una nueva época tras la toma de posesión de Donald J. Trump como Presidente de Estados Unidos (y todo lo que eso conlleva, principalmente para los mexicanos), el que exista un personaje como Andor es demasiado significativo, pues no es un bandolero, traficante, criminal o violador (como Trump ha calificado a los connacionales que llegan a EU en busca de mejores oportunidades de vida), sino un Capitán, líder del departamento de inteligencia de la Alianza Rebelde y un héroe sin el cual los planos de una poderosa y mortal arma no habrían podido llegar a las manos de la Rebelión, que poco después se las ingenió para destruir dicha amenaza.

 

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Rogue One es, por mucho, la película más anti-Trump de la actualidad. Refleja lo que es actualmente el crisol de razas, creencias y nacionalidades en el que se ha convertido EU (o una buena parte de ese país).

 

 

Los protagonistas del escuadrón que tiene la misión de robar los planos de la Estrella de la Muerte son todo, menos estadunidenses: el personaje principal, Jyn Erso, es una mujer empoderada, interpretada por una actriz británica (Felicity Jones) que usa su propio acento y, además, no es rubia, a pesar de tener los ojos azules; el coprotagonista, Cassian Andor, es un actor mexicano (Diego Luna) de cabello y ojos oscuros que habla inglés con su acento natural; un piloto desertor del imperio, Bodhi Rook (Riz Ahmed), al que da vida un actor musulmán británico cuyos padres son paquistaníes; un guerrero místico que cree en La Fuerza, Chirrut Îmwe (Donnie Yen), que es encarnado por un actor chino maestro de las artes marciales, al igual que su compañero de aventuras, Baze Malbus (Jiang Wen), otro actor chino. Todos ayudados previamente por un veterano guerrero, Saw Gerrera (Forest Whitaker), al que da vida un actor afroamericano.

 

 

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En otras palabras, la película más taquillera del año pasado y que forma parte de la franquicia más exitosa y famosa de la historia del cine, es la peor pesadilla para el próximo presidente estadounidense en cuanto al mensaje de diversidad y unión que presenta. Pero lo que destaca dentro de esa diversidad cultural es que el personaje de Luna tiene prácticamente la misma importancia que el de Jones. Es decir, la saga más exitosa, famosa y mediática del cine tiene a un mexicano como héroe, no como villano ni en un papel segundón o de relleno.

 

 

Y Luna se lo ha ganado a pulso. Sin olvidar sus principios de apoyar el cine independiente y documental a través de la gira Ambulante, eligiendo proyectos interesantes que no necesariamente son de éxito comercial (Criminal, El Búfalo de la Noche, Mister Lonely), dirigiendo cintas de probada calidad como Abel o César Chávez, y luego de trabajar con directores tan diversos como Julian Schnabel, Alfonso Cuarón, Steven Spielberg, Carlos Bolado, Neill Blomkamp y ahora Gareth Edwards, Diego ha puesto la vara muy alta.

 

 

Ya Disney y Lucasfilm habían mostrado el camino de la diversidad con El Despertar de la Fuerza, que tiene como protagonista a una mujer (por cierto, también británica y no rubia), y a personajes nuevos de gran peso como Finn o Poe Dameron, interpretados por un afroamericano (John Boyega) y un guatemalteco (Oscar Isaac), respectivamente. Ahora, con la elección de un mexicano como protagonista y héroe, dan un paso importante en cuanto a la integración y la diversidad en la pantalla grande.

 

 

No, la elección de Diego Luna como protagonista de Rogue One no indica que las cosas ya cambiaron. Los latinos siguen siendo menospreciados para cosas mayores, y con Trump en la presidencia aparentemente será peor. Pero al menos ya se dio un primer paso y existe el ejemplo de que los héroes pueden (y deben) serlo independientemente de su nacionalidad. Ahora existe un héroe mexicano en una galaxia lejana, muy lejana…