Imágenes, símbolos, personajes, historia…, todo se entreveraba ayer en el foro del Polyforum, donde pocas veces ha tenido tanto sentido el impresionante mural de David Alfaro Siqueiros –La marcha de la humanidad en la tierra y hacia el cosmos- como ayer.

 

Desde el foco de una cámara, la misma mesa y sus participantes parecían salir de los trazos de esas inmensas manos que -en la visión del muralista- se extienden desde el fondo, luego de las luchas revolucionarias, y entregan la esperanza del futuro.

 

Y ahí estaban ellos, llamándose a sí mismos autodefensas. Lo mismo procedentes de Michoacán que de Guerrero, Tamaulipas, Nuevo León, Oaxaca, Coahuila, Baja California, que del Distrito Federal.

 

Algunos con sombrero, otros de saco y corbata, unos más cargando crucifijos y vistiendo alzacuellos. Todos mayores de 40 años. Incluso pintando canas la mayoría.

 

Sus nombres: Hipólito Mora, Raúl Vera, José Manuel Mireles, Alejandro Solalinde, Jaime Rodríguez “Bronco”, Gregorio López, Bruno Plácido, Mario Segura, Ernesto Ruffo, Talía Vázquez, Jaime Cárdenas, José Francisco Gallardo.

 

Tan diferentes unos de otros, pero sabiéndose entre sí -así lo dijeron- con un rasgo común: valentía y “un poco de locura” para defender a México.

 

(Cronopios, diría sin duda Julio Cortázar. ¿Que qué es un cronopio? Va en voz del propio autor: “Un cronopio es un dibujo fuera del margen, un poema sin rimas”)

 

Tal era la postal ante nuestros ojos en el llamado Encuentro Nacional de Autodefensas. Imagen que, ya lo dirá el tiempo, bien podría ser histórica.

 

Pero sin duda impresionantes fueron sus propias historias personales y el llamado a la “insurrección de las conciencias”,  a una lucha sin armas por la seguridad y la impartición de justicia.

 

“¡Luchemos, no dejemos que nuestro país se caiga!”, pediría el ex alcalde de García.

 

Eso es lo que veían y escuchaban los encargados de la seguridad y los enviados del Cisen en esto que para ellos parecía ser “una conspiración”.  Sí, la conspiración de las autodefensas.

 

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HIPÓLITO, CONMOVEDOR.- No fueron pocos los que derramaron alguna lágrima al escuchar la narración de Hipólito Mora, el fundador de las autodefensas en Michoacán.

 

Y más conmovedor aún fue oírlo repetir una y otra vez -con la voz entrecortada-, una misma demanda: “Por favor…, se los digo con humildad.., ¡ya dejen en libertad a esos muchachos!”

 

Se refería el de la Ruana a decenas de muchachos  de su pueblo, cortadores de limón, autodefensas ellos, que fueron detenidos hace 14 meses.

 

“Sus familias son muy pobres, los necesitan…; sus madres vienen y me piden que las ayude a recuperar a sus muchachos, a sus hijos, o a sus esposos; a veces ya ni me dicen nada, sólo me abrazan y lloran… ¡Me destrozan el alma!”, refería Hipólito.

 

El doctor José Manuel Mireles, autodefensa de Tepalcatepec, mencionaría luego que el propio Hipólito ayuda con lo que puede a las viudas y a los huérfanos de su pueblo. Y a propósito de Mireles, propuso la creación de la Guardia Nacional. Se van a echar a andar en el tema.

 

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TRES SACERDOTES A LA MESA.- Creo que difícilmente se hubiera podido llevar a cabo esa reunión de autodefensas si entre sus participantes no se hubieran encontrado tres sacerdotes que hoy en día cuentan con reconocimiento internacional.

 

Hablamos del obispo de Saltillo, Raúl Vera, defensor de los indígenas y de los pobres; del padre de los migrantes, Alejandro Solalinde; y del párroco de Apatzingán, Gregorio López.

 

Durísimos los tres en sus intervenciones.  Cada uno con sus razones. La del padre Goyo, por ejemplo, “fue por hartazgo”, según contó; y refirió cómo entre los muchísimos parroquianos que lo iban a ver día a día para que les ayudara en cuestiones judiciales, una mujer como de 90 años le urgió: “¡Haga algo padre!”

 

Yo soy autodefensa, dijo el religioso, y estoy enseñando a los huérfanos y a las viudas a que se auto defiendan: “Que cada quien sea artífice de su historia…”

 

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GEMAS: Obsequio de José Manuel Mireles: “Los reunidos aquí somos personas que ya perdimos el miedo”.