En 1898, Estados Unidos jugó un papel crucial en la guerra de independencia de Cuba en contra de España. A manera de pago, el recién formado gobierno cubano le cedió a Estados Unidos un pedazo de territorio de 120 kilómetros cuadrados en la costa sureste de la isla.

 

Hoy en día, la Bahía de Guantánamo tiene un McDonald’s, un Subway, una estación de radio, un club de buceo, una cancha de baseball, fuentes de energía que la hacen autosuficiente y una prisión cuya infame reputación es casi imposible de rectificar.

 

Esta prisión fue creada en lo que antes era la base militar de Guantánamo, bajo la administración de George W. Bush, para llevar a detenidos en Medio Oriente sospechosos de terrorismo.

 

Se creó con el claro objetivo de evadir la ley americana, misma que no aplica en ese recóndito territorio. No solo la americana, sino también la internacional: crearon el concepto de “combatiente enemigo” para no tener que acatar la Convención de Ginebra para prisioneros de guerra.

 

En su campaña presidencial, Obama hizo una promesa que le ganó millones de adeptos: cerrar la prisión de Guantánamo. En su segundo día como presidente de los Estados Unidos, firmó una carta en la que declaró que la prisión estaría cerrada en el lapso de un año. Esta fue una promesa en la que les falló a sus adeptos, ya sea por falta convicción o de astucia política.

 

Ahora, este martes, en su octavo año como presidente, nuevamente se declaró públicamente para pedir su apoyo al Congreso para cerrar la presión de Guantánamo de una vez por todas, “se trata de cerrar un capítulo de nuestra historia”, mencionó. Aparte de los argumentos de derechos humanos, añadió que cada año mantener la prisión cuesta cerca de 85 millones de dólares.

 

A escasos meses de terminar su mandato, y teniendo tan cerca la amenaza de que los republicanos ganen la elección este año, parece que su fútil esfuerzo por cerrar la prisión más polémica del mundo es una situación de ahora o nunca.

 

Durante la administración de Bush, en Guantánamo llegó a haber poco menos de 800 presos acusados de terrorismo, la mayoría sin haber sido juzgados. Al día de hoy quedan 91, de los cuales 35 se encuentran validados para salir en libertad. El resto están acusados de crímenes graves de terrorismo.

 

Durante el pasado mes de enero, 12 presos fueron transferidos a otros países. 10 ciudadanos yemeníes fueron transferidos a Omán después de estar cerca de 10 años sin ningún cargo. Asimismo, un ciudadano egipcio y otro yemení fueron trasladados a Bosnia y Montenegro. Extrañamente, un tercer detenido rechazó la oferta de libertad al declarar que no tenía intención de ir a ningún otro país que no fuera aquel donde vive su familia.

 

Con Obama, el funcionamiento de la prisión ha cambiado. Para muchos, la imagen de Guantánamo son aquellas inquietantes fotografías de “Camp X-Ray”: rejas al aire libre con prisioneros de rodillas en trajes color naranja y la cara cubierta. Numerosos reportajes nos han dado a conocer que ese tipo de prácticas acabaron hace años, y la tortura física y psicológica hacia los reclusos se ha reducido.

 

Sin embargo, más allá de las serias acusaciones de tortura, el hecho de que los presuntos culpables encerrados en Guantánamo aún no hayan tenido acceso a un juicio es lo que persigue y fastidia al gobierno de Obama.

 

Más allá de esto, dentro de la prisión existe una instalación separada del resto, conocida solamente como Camp 7, donde supuestamente están separados los 15 presos de mayor valor, aquellos que representan la mayor amenaza a Estados Unidos. Entre ellos se encuentra Khalid Sheikh Mohammed, el estratega detrás del ataque a las torres gemelas. A Camp 7 jamás ha entrado ningún periodista, incluso su ubicación específica dentro de la Bahía de Guantánamo es secreta.

 

Definitivamente, cerrar la prisión de Guantánamo no es un asunto sencillo. Por un lado, representa una altísima complejidad política para Obama al tener que negociar con un congreso dominado por los republicanos.

 

Por otro lado, las probabilidades de que los antiguos prisioneros se radicalicen al regresar a la libertad después de pasar tantos años sin cargos, son (de manera muy comprensible) muy altas.

 

Las estadísticas del gobierno estadounidense revelaron que el 18% de los prisioneros de Guantánamo han regresado a la yihad al ser trasladados a países como Afganistán (203), Arabia Saudí (125) o Pakistán (63). Del lado contrario, han ocurrido casos de ex prisioneros de Guantánamo reintegrándose exitosamente en la sociedad, como Abdel bin Muhammad el Oureghi, tunecino de 50 años quien después de ser trasladado a Uruguay, contrajo nupcias con Roma Blanco, una ciudadana uruguaya musulmana.

 

Por el momento, todo indica que el reciente discurso de Obama quedará solamente como una buena intención más de cerrar la infame prisión. El plan maestro de trasladar a los presos a prisiones americanas es poco factible con un Congreso de oposición. Según el líder republicano del Senado, Mitch McConnell, el proyecto quedará estancado: “Bajo la ley actual, sería ilegal transferir prisioneros de Guantánamo a territorio estadounidense”.

 

La resistencia republicana para cerrar la prisión llegó a un extremo cuando el senador de Arkansas, Tom Cotton, declaró que “cada uno de los prisioneros se pueden pudrir en el infierno, pero mientras lo hagan, pueden pudrirse en Guantánamo”.

 

Obama podría hacer valer su poder y cerrar la prisión de una vez por todas con una orden ejecutiva, pasando por alto la opinión de los republicanos. De esta manera, cumplirá una de las promesas más fuertes de su campaña, evitará heredar a alguien más este complejísimo problema y, por encima de todo, ayudará a salvarle la vida a decenas de inocentes trastornados durante años.