¿Quién se anota? Pido firmas para que la Casa Blanca de nuestro Presidente sea convertida en un lugar cultural o un centro de peregrinaje turístico. Se me ocurre bautizarlo como Museo del Perdón, por aquello de la sentida disculpa que ofreció EPN hace unos días.

 

¿Se imaginan? Podríamos organizar rutas de Turibús para que el guía te vaya metiendo en el tema, ya saben: “Ésta es la bonita residencia que (nos) costó siete millones de dólares, bla, bla, bla”.

 

Confieso que mi interés tiene un fondo sentimental porque Enrique Peña Nieto era mi vecino. Nos separaban dos banquetas y varios árboles, pero yo que soy una romántica me sentía muy unida a él (jajaja, perdón).

 

Luego la denuncia de Carmen Aristegui me lo arrancó de los brazos, yo me mudé y hasta ahí quedó nuestra vida en común. Y sinceramente, lo único que puedo reprocharle a mi gran ex vecino es que no conviviera más con el vecindario. Me hubiera encantado que se paseara por nuestra banqueta con esos mini shorts de pierna alta que inmortalizó en la carrera Molino del Rey, por ejemplo.

 

Pues todo eso ya es historia, porque pasé por la Casa Blanca y ¡se está hundiendo! La palmera gigante que le dio el nombre de Casa La Palma está más seca que la palapa de Luis Miguel en Acapulco. La barda, antes blanquísima, ahora es gris y la fachada que dio la vuelta al mundo en la portada de la revista ¡Hola! es un desastre.

 

Mis ex vecinos de la calle Sierra Gorda están preocupados por la plusvalía de la zona. Claro, antes era alta porque vivía la familia presidencial y ahora creo que se va a mudar la familia Monster, porque sólo faltan los murciélagos revoloteando.

 

 

columna martha casa blanca

 

 

 

Debo aclarar que lo del MP (Museo del Perdón) nomás se me ocurrió, es una iniciativa propia. Creo que puede ser muy divertido para propios y extraños y es facilísimo de lograr. Llevas a la gente a recorrer la casa, en plan galería de arte moderno minimalista y te vuelves rico. Para la gente con menos imaginación, se pueden colocar fotos de toda la familia y ¡listo!

 

Si no te interesa el chisme, a nivel arquitectónico es interesante. Lo sé porque virtualmente la he recorrido cientos de veces y siento que el visitante se puede llevar alguna enseñanza.

 

Estilo Barragán revuelto con James Turrell. Paredes blancas, pisos blancos, sillones blancos, flores blancas, lavabos blancos ¡blancura por doquier! También hay ocho clósets blancos donde los ocho ex habitantes de la casa ordenaban por colores la ropa. Este último dato me parece muy inútil, pero precioso.

 

Además, lo puedes vender como tour mágico, porque las paredes cambian de color: que si azul, que si naranja, que si amarillo. Si la idea del museo fracasa, tengo listo el plan B: pondré un Oxxo.

 

No se rían. Es que la única fuente de alimentos cercana es el carrito de los tamales y se necesitan otras mercancías para las embajadas de Grecia, Costa Rica y Bangladesh, ya que la masa les sienta mal. Antes había un restaurante chino, pero cerró de buenas a primeras sin avisar. Es la maldición de esa manzana, todos salen huyendo.