Ganaron los estudiantes del Instituto Politécnico Nacional. ¡Bien! Ganamos todos. El movimiento estudiantil que comenzó hace 74 días concluyó el 13 de diciembre cuando se inició la entrega condicionada de instalaciones del Poli y comenzar el proceso de inicio de clases para enero.

 

Había satisfacción entre los muchachos porque tuvieron un “si” a prácticamente todas sus exigencias y porque en ningún momento permitieron que su movimiento se contaminara con la infiltración de intereses ajenos a los suyos. Su voluntad colectiva era muy clara desde el principio: como impedir el cambio al reglamento interno y detener las modificaciones  a los planes de estudio…

 

…Que se reconociera a la asamblea politécnica como el único interlocutor para resolver el conflicto, la democratización de los órganos de gobierno del IPN, transparentar los procesos en la casa de estudios, la revocabilidad de los directores por parte de los estudiantes, la desaparición de los grupos porriles, salida de las instalaciones de la Policía Bancaria e Industrial y la destitución de la directoral general Yoloxóchitl Bustamante Díez.

 

Hubo voluntad de ambas partes por llevar a buen puerto las negociaciones que duraron ‘lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks’, que dijera Sabina. No se perdió tiempo. Se ganó en respeto mutuo. Se ganó en autoridad. Se ganó en confianza. Se ganó en democracia. Poco más de dos meses que valen por años.

 

Dado el actual estado de cosas en el país, esto que ocurrió en el Poli es una buena noticia, la mejor de estos días. ¿Qué sigue? Dice el estudiante de ingeniería Dónovan Garrido que “todavía falta…” Si. Es cierto. Pero lo que sigue habrá de sustentarse en el respeto a los acuerdos obtenidos.  Eso engalanará tanto a los muchachos como a las autoridades y beneficiará a los 180 mil estudiantes que ya son el presente de México porque de ahí saldrán los hombres y mujeres que van a cambiar a este país del mugrero en el que nos encontramos hoy.

 

Los meses recientes han sido de los estudiantes mexicanos, en México y fuera de México. Para bien… o para mal. Para bien porque ya hemos visto lo que resultó en el Poli. Pero, a saber también son estudiantes los  muchachos de la normal de Ayotzinapa y para mal, porque de 43 (hoy 42) se desconoce aún el destino, aunque los presagios pueden ser funestos y uno no lo quiere así.

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Foto: Cuartoscuro

 

Los normalistas de Guerrero han puesto en entredicho a todo el sistema político mexicano, al sistema penal, a la estructura de partidos y sus intereses, a la corrupción política toda la estructura política y administrativa y a todo eso que está descompuesto y que hiede en el país.

 

Los muchachos son rezongones por naturaleza. Lo hemos sido todos. La complacencia es, digamos, una forma conservadora del ser, no así la necesidad de cambios, porque los muchachos cambian con el tiempo y quieren ver que los que viven correspondan a su vida.

 

Y volvemos a la trillada frase de Salvador Allende en la Universidad de Guadalajara el 2 de diciembre de 1972: “Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción, incluso biológica”. Y aunque repetida una y mil veces no deja de tener su carga de razón. La juventud es cambio y es promesa. Así que comencemos por respetar a esos muchachos que fuimos todos y dejemos que en democracia, en razón y con justicia nos digan lo que hay que hacer.

 

Así que los jóvenes estudiantes de Guerrero, como los del Politécnico Nacional son de una misma casta en diferente espacio y circunstancia. Pero en un solo país. Este que vivimos y el único que tenemos.

 

También es joven Adán Cortés, quien en un momento de rebeldía e indignación se manifestó durante la entrega de los premios Nobel de la Paz, en Oslo, Noruega, para llamar la atención de todo el mundo por lo que pasa en México. Fue su forma de hacerlo, como también se han expresado en las calles de todo el mundo jóvenes estudiantes mexicanos y extranjeros para pedir justicia y que aparezcan los normalistas de Ayotzinapa.

 

Muchos jóvenes –hombres y mujeres- están a la expectativa, desde diferentes ámbitos. No todos son estudiantes. Pero si gente de trabajo, con o sin trabajo. Son muchachos que están en el campo, en la industria, en los servicios, en la informalidad: de todos ellos ya se escucha el murmullo que crece como panal de abejas. Y ahí hay de todo, a saber, también.

 

Así que si no se ha entendido todo esto, el tiempo de los jóvenes mexicanos ya llegó. Exigen participación y relevo. Son los que ocuparán los espacios de orden y mando. De ahí surgirán los nuevos partidos que sí sean políticos, la nueva democracia y la nueva izquierda que tanta falta hace en el país…

 

Ya hay jóvenes instalados en las instituciones de mando y de poder político, aunque por lo general estos jóvenes han envejecido rápidamente en su propio entorno. Contaminados por la ambición y el poder. Y poco o nada hacen por establecer contacto con los muchachos de su generación en un país de cambios ineludibles ya. Ojalá recuerden sus expectativas de origen.

 

Bien haría el gobierno mexicano en dar paso franco a todas las nuevas expresiones que estén en democracia y en justicia. No aceptar este cambio es nadar contra corriente y eso además de cansado termina siendo un fracaso.