Escribo ésta columna, con dificultad, mientras intento tocarme el ombligo con la nariz. Ensayo posturas de yoga para el casorio de Aislinn Derbez y Mauricio Ochman, este fin de semana, porque como no hay una ley que regule las bodas: ¡tendremos una boda holística!

 

Entonces, en vez de bailar como siempre el “guaaai-em-ci-ei” (YMCA) o “mayonesa, ella me bate como haciendo mayonesa”, habrá yoga colectiva para lograr el equilibrio del cuerpo y el espíritu, bajo la energía del Tepozteco. ¿No les parece precioso?

 

Según mis informantes, los novios quieren que todos ‘vibren en la misma frecuencia’ durante la ceremonia, así que también regalarán terapias relajantes y sesiones de spa para los invitados. Oigan, qué maravilla. Al fin unos novios desinteresados.

 

Soy de las personas que lloran cuando alguien se casa, desde que llega la invitación. Porque ahora se ha puesto de moda hacer que los amigos gasten sus ahorros en viajar hasta un paraje lejano y, además, que te regalen el centro de lavado, el refrigerador que hace hielitos y cinco pantallas planas de 70 pulgadas. Siempre me he preguntado qué buscan, ¿invitados o inversionistas?

 

Por lo pronto, he decidido asistir vestida de túnica por varias razones. Lo primero es combinar con el entorno ‘mágico’; luego para que me resbalen más fácil las bendiciones que impartirá el Chamán Aranda y, tercero, para tener más espacio donde esconder botellas, ánforas o cantimploras, ya que no habrá alcohol en la boda y conviene tener siempre un plan B para alegrarse la vida (que suerte que no es misa, porque cambiaron el Credo y ya no entiendo nada).

 

Volviendo al yoga, estoy muy emocionada porque sólo lo he practicado tres veces en toda mi vida, pero me encanta la flexibilidad de los cuerpos.

 

Una vez asistí al Festival de Yoga del Gobierno del Distrito Federal en Paseo de la Reforma, organizado por Marcelo Ebrard. No saben qué risa. Por suerte él no participó, porque a mí me entran las carcajadas y no puedo controlar la respiración. La instructora, vestida de blanco y con un turbante enorme, nos enseñó muchas cosas, pero yo no aprendí por falta de concentración. Entre tanta gente “llena de luz” a mi alrededor, los ciclistas por aquí, los automovilistas por allá y los policías auxiliares con sus macanas, me puse nerviosa.

 

A ver si no pasa lo mismo en la boda y en pleno “ohm” nos gana la risilla con la cara de Eugenio Derbez. Lo imagino ejecutando el “adho mukha svanasana” –o sea, ‘perro mirando hacia abajo’–, o la tortuga, o la de rodillas en las orejas y pierdo la paz.

 

Yo digo que, ya entrados en gastos, deberían poner a un brujo en la puerta que te reciba con una limpia de pirul y te quite cualquier maldad del alma o los restos de contaminación. Siento que estamos podridos por la contingencia y somos focos de infección urgidos de purificación. Yo, el único problema que le veo a la boda, es que no me han invitado.