Hay algo en mi propia interpretación de la historia de México que me dice que el bicentenario de nuestro país podría celebrarse este año. Es cierto que los 200 años de la proclama independentista se cumplieron en 2010 y que el bicentenario del acta de independencia ocurrirá en 2021. Sin embargo, hay un hecho que está quedando particularmente olvidado en toda esta historia: la Constitución de Apatzingán.

 

Seguramente existen documentos entre 1810 y 1814 que hablan de “México” o de la “América mexicana”. Sin embargo, el primer documento constitucional en el que se habla de lo mexicano es la llamada Constitución de Apatzingán, cuyo texto comienza así:

 

“Decreto constitucional para la libertad de la América mexicana, sancionado en Apatzingán á 22 de Octubre de 1814 (sic)”

 

E inmediatamente sigue:

 

“El supremo congreso mexicano … (sic)”

 

La historia oficial ha destacado mucho más el inicio de la gesta independentista en 1810, que la primera constitución en 1814 o la firma del Acta de Independencia en 1821. La historia oficial, además, se ha hecho de sus iconos: el Estandarte Guadalupano, la Alhóndiga, el Pípila. Miguel Hidalgo y Costilla, en esta versión, habría llamado a la independencia desde un primer momento. Insisto, la historia oficial.

 

La realidad habría sido un tanto distinta: el Grito de Dolores no buscaba la independencia sino la defensa del Rey Fernando VII y de la religión católica. ¿En qué momento cambiamos de una gesta pro status quo a una pro soberanía? No lo tengo claro, pero la Constitución de 1814 es contundente: ya habla de un “supremo congreso mexicano”, así lo mencioné con minúsculas, y de una “América mexicana”, en vez de México.

 

El artículo 42 menciona las provincias que integran esta América mexicana: “México, Puebla, Tlaxcala, Veracruz, Yucatán, Oaxaca, Técpam, Michoacán, Querétaro, Guadalajara, Guanajuato, Potosí, Zacatecas, Durango, Sonora, Coahuila y Nuevo reino de León”, y de hecho al final suscriben la constitución diputados por cada uno de estos estados, incluyendo al guanajuatense José María Liceaga, en su calidad de presidente del Supremo Congreso.

 

El monumento más importante de Apatzingán es, justamente, el Museo Casa de la Constitución, el sitio en el que se firmó la Constitución de 1814. El municipio se llama Apatzingán, pero la cabecera se llama “Apatzingán de la Constitución”. El 22 de octubre, cada año, se celebra la principal fiesta de Apatzingán, en coincidencia con el día que fue sancionada la Constitución.

 

Claramente me estoy refiriendo a la importancia política de la Constitución de 1814, y su bicentenario, por la crisis que vive la región de Tierra Caliente de Michoacán.

 

Alfredo Castillo, comisionado del gobierno federal, tiene una gran misión, regresar a Michoacán al Estado de Derecho, a pesar de que su presencia misma es la negación de ese Estado de Derecho: un Michoacán gobernado desde el centro, un gobernador–títere. No obstante, una supuesta lucha entre buenos (autodefensas) y malos (templarios), secuestros, extorsiones, inseguridad, son el pretexto para gobernar Michoacán como si fuera un departamento y sin que se haya decretado el estado de excepción previsto en el Artículo 29 de la Constitución vigente.

 

La zona cero (1814) es nuevamente la zona cero (2014). El lugar donde se promulga la primera constitución mexicana ha sido noticia los últimos días. No lo es por la celebración de los 200 años, como debiera. Lo es por un hecho simbólico: la Constitución de Apatzingán jamás pudo ponerse en vigor, mientras que la de Querétaro, de 1917, ha perdido toda vigencia en distintos puntos del territorio nacional, entre ellos Tierra Caliente, Michoacán.

 

“Palacio nacional del Supremo gobierno mexicano en Apatzingan, veintidos de Octubre de mil ochocientos catorce. Año quinto de la Independencia mexicana”.