Como todo buen dictador, el líder norcoreano es tan tirano como impredecible. Sin embargo, no debemos menospreciar su sagacidad.

 

Habría que mirar a Irak o Libia para ver por qué Pyongyang ha desarrollado con rapidez su carrera nuclear.

 

En Irak el petróleo jugaba un papel fundamental. Estados Unidos no dudó en crear pruebas falsas e inventar que Irak poseía armas de destrucción masiva. La entrada de Estados Unidos y del resto de los aliados en Irak supuso el final de un régimen tiránico que detentó, durante muchos años, Saddam Hussein.

 

Algo parecido ocurrió con el líder libio Muamar El Gadafi. La mejor excusa para acabar con su tiranía fue la famosa “Primavera árabe”. Tanto Saddam como Gadafi murieron ajusticiados por su propio pueblo. De esa manera se terminaron con esos regímenes dictatoriales.

 

Todo eso lo sabe el líder norcoreano, y desde luego no va a permitir que eso mismo le suceda ni a él ni a su régimen despótico.

 

Por eso enseña los dientes, para advertir que no se le pase a nadie, ni por la antesala de la imaginación, algo parecido a lo que ocurrió en Irak o Libia. Así le queda claro a todos.

 

Su país es suyo, no del pueblo, y no va a permitir que nadie le arrebate el poder. No fue casualidad que su hermano mayor fuera asesinado en el aeropuerto de Kuala Lumpur por dos mujeres. Ellas lo ejecutaron, pero le asesinó la inteligencia norcoreana.

 

Kim Jong Nam vivía exiliado en China -nada casual- con la remota idea de volver a Pyongyang y ser el posible recambio hacia una “democracia” un tanto particular. Pero Kim Jong-un fue implacable.

 

Ahora bien, es este juego, China es la que tiene más que decir, más que ganar, pero también más que perder.

 

Durante años, Norcorea ha sido su fiel escudero. El régimen chino no sólo dejó hacer a Pyongyang lo que le viniera en gana, sino que al final creó un monstruo. Fue China la que coadyuvó a Corea del Norte a la creación de armamento nuclear. Y no sólo a crearlo, sino también a venderlo. Bien lo sabe Pakistán y el doctor Khan, padre de la bomba atómica de ese país.

 

Y así llegamos a la actualidad con un pequeño perro pequinés, pero que tiene la rabia y nadie se atreve a acercarse a él por si muerde.

 

China no quiere, de ninguna de las maneras, una acción bélica de Estados Unidos. Si llegare a pasar -la inteligencia norteamericana sabe dónde esconde sus misiles nucleares Corea del Norte-, la Unión Americana podría atacar territorio norcoreano con misiles de precisión. Eso sí, tendría consecuencias indeseables. Y ello traería tres problemas. El primero: la muerte de miles de personas. En segundo lugar: la emigración irrefrenable de millones de norcoreanos hacia China por la frontera que les une. En tercer lugar: la unificación de ambas Coreas. Y es aquí donde hay un problema serio para China. La Corea unificada sería un aliado potencial de Estados Unidos, porque sería Seúl -por su musculatura económica- la que absorbería a su vecina del Norte. Lo último que quiere China es tener a un país “aliado” haciendo frontera con El Gigante Asiático.

 

Por eso a este rompecabezas le faltaban todavía muchas piezas por colocar, aunque el perro pequeño puede morder en cualquier momento y pegarnos la rabia.

 

caem