Sucede lo único que el presidente Obama no quiere que ocurra: la paz se aleja de Palestina e Israel. Es, o era, su apuesta diplomática. No resulta fácil. Ahora, un paradójico escenario traslada al Egipto militarizado la esperanza de paz. El presidente Abdelfatah Al-Sisi, el mismo que ha reaccionado de manera intolerante en contra de los Hermanos Musulmanes, ha iniciado las consultas para negociar una tregua después de que la oferta de John Kerry, como mediador, fracasara.

 

Una de las cartas “amables” que negoció el dictador Mubarak con Estados Unidos, a cambio de una fortuna monetaria, fue jugar al árbitro entre Israel y Palestina. Lo medio logró durante varios lustros. El susto que se llevó Hillary Clinton con la Primavera Árabe fue que la proyección de la paz en la zona corría riesgo sin la figura de Mubarak. ¿Los Hermanos Musulmanes se trasladarían a Tel Aviv para lograr acuerdos con Netanyahu? Los generales egipcios nunca imaginaron tal escenario. De ahí el golpe y persecución en contra de ellos. Pues bien, ahora los generales se acercan a Estados Unidos para lograr un voto de confianza y convertirse en sus aliados y fungir, como sucedió con Mubarak, como árbitros pacificadores.

 

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En efecto, el principal objetivo de la política exterior del segundo mandato del presidente Obama era conseguir la paz entre los gobiernos de Benjamín Netanyahu y Mahmud Abás. Así lo entendió John Kerry al desbordar su atención en el caso desde que llegó a la Secretaría de Estado en sustitución de Hillary Clinton. A pesar de que en el tablero diplomático del presidente Obama aparecían luces en rojo como Siria, Rusia, Irán y Egipto, Obama no se cansó de enviar a Kerry a Tierra Santa.

 

En el momento en el que se debatía sobre el posible uso de armamento químico por parte del dictador Bachar al Asad, Kerry no se encontraba en medio del debate. A pesar de que los conflictos de espionaje degradaron la imagen del gobierno de Obama en el exterior, el presidente no quitó el dedo del renglón sobre el caso Israel-Palestina. Dirán que Washington tiene la suficiente capacidad diplomática para estar en varios frentes de manera simultánea, sí, la tiene, sin embargo, Obama quiso mostrar su interés cuasi monopólico por el proceso de paz dejando que la geopolítica gravitara sobre el presidente ruso Vladimir Putin.

 

Así, el beneficio de la salida de Ahmadineyad del gobierno iraní fue rentabilizado por Putin; también lo fue en el momento en el que el presidente ruso le concedió a Edward Snowden un asilo temporal justo cuando Estados Unidos lanzaba un discurso furioso en contra del personaje que filtró los programas de espionaje de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) más personalizados.

 

 

Meses después, Kerry no puede contener el despliegue militar de Netanyahu ni el crecimiento muscular de odio de Hamás, el grupo terrorista que aprovecha las condiciones de pobreza en Gaza para utilizar escudos humanos.

 

“Nosotros utilizamos los escudos (tecnológicos) para proteger a civiles, ellos, los palestinos, utilizan escudos humanos para proteger su armamento”, declaró Netanyahu con una retórica de un storytelling remasterizado de la dialéctica del amo y del esclavo de Hegel.

 

El secuestro y asesinato de tres estudiantes judíos en Cisjordania a manos de Hamás, según la versión de Israel, y el posterior asesinato de un joven palestino en Jerusalén por parte de colonos judíos radicales, se convirtieron en la mecha de este nuevo capítulo de violencia. Sin embargo, este era el escenario que le hacía falta a Netanyahu para desdoblar su ruta crítica que inició desde que Hamás asumió el poder en Gaza.

 

Sabemos que la gobernabilidad de Abás no será posible teniendo como enemigo-aliado a Hamás. El grupo terrorista cubierto por un tenue ornamento político va por la libre utilizando sus escaños en plataformas militares.

 

Política, economía y fuerza militar son asimétricas cuando hablamos del conflicto entre Israel y Palestina. De ahí la imperiosa necesidad de que negociadores obtengan resultados tangibles. Lejos se encuentra la intermediación del papa Francisco cuando reunió a los presidentes Simón Peres y Benjamín Netanyahu, el pasado 8 de junio.

 

Las acciones de Hamás y Netanyahu destruyen el camino recorrido por el Papa… y por Kerry.

 

En caso de que Al-Sisi logre una tregua, Estados Unidos habrá reestablecido el statu quo de aquella época en la que gobernaba el dictador Mubarak. Y de la represión que ha desatado el general en contra de los Hermanos Musulmanes, pocos hablarán.

 

La historia es el presente contada por distintos personajes.