Los hijos de la generación Woodstock, esa que hacía arder banderas de Estados Unidos en protesta contra la guerra en Vietnam, por la paz, contra el racismo, por una sociedad mejor, pretenden retirar a un deportista de élite por haber decidido no ponerse de pie durante el himno nacional.
No lo dudo, la historia dejará clara la verdadera dimensión social de Colin Kaepernick, enfatizará sus demandas, ahondará en su valentía; lo hará, como más pronto que tarde lo hizo con John Carlos y Tommy Smith al haber alzado su puño en la premiación de los Olímpicos de 1968, como con Muhammad Ali y el vendaval reivindicativo que acompañó a su carrera boxística (una frase entre muchas: “Ustedes son mis opositores cuando quiero libertad. Ustedes son mis opositores cuando quiero justicia. Ustedes son mis opositores cuando quiero igualdad. ¿Quieren que vaya a un sitio a pelear por ustedes? Ustedes ni siquiera se levantarían por mí aquí en Estados Unidos”), como con Jack Johnson, Jim Thorpe, Jesse Owens y tantos más que dijeron que no, como con Jackie Robinson, cuyo hijo me confesaba que a diario hallaba en el correo amenazas de muerte por haber osado meterse, siendo negro, en el denominado American Pastime.
Kaepernick, ahora agente libre, no halla trabajo, al tiempo que numerosos mariscales de campo, con posibilidades y registros sustancialmente inferiores a los suyos, ya están firmados. Un buen artículo del Bleacher Report, revelaba que hasta el setenta% de los dueños no desea contratarlo por cuestiones extradeportivas: por no provocar la irá del presidente Donald Trump, por no enemistarse con los aficionados opuestos a las manifestaciones del jugador, por directamente desdeñarlo, sobre todo por poner un ejemplo al resto de quienes actúan en la NFL: si van a hablar políticamente, si van a ser activos, sin van a alzar la voz desde esa posición de privilegio, sepan que el veto les espera.
Durante un mitin en Kentucky, el propio Trump se enorgullecía de su nivel de influencia en el desempleo del quarterback, ante un público que convirtió el discurso en un reality show: “el mariscal de campo de San Francisco, ese del que nadie habrá escuchado hablar (SONOROS ABUCHEOS ANTE LA REVELACIÓN DEL TEMA) … Yo sólo estoy reportando las noticias; un artículo hoy reportaba que los dueños de la NFL, no quieren contratarlo porque no quieren recibir un tweet rudo de Donald Trump (OVACIONES)”.
Un par de décadas atrás, la NBA orilló y, de paso, silenció, a uno de sus más eficaces tiradores de tres puntos, Craig Hodges. Su pecado, el activismo político. Tras ser recibido en la Casa Blanca con el equipo campeón de los Toros de Chicago, entregó una carta al entonces presidente George Bush, refiriéndose a la segregación racial y a la primera Guerra del Golfo. Hodges no volvió a jugar en la liga máxima de baloncesto, como ahora podría suceder a Kaepernick.
Una aberración, incluso mayor, si recordamos que esa violación de su libertad de expresión, ha sido festejada por el presidente mismo. Disimular ya no es necesario.
Twitter/albertolati

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