Hace 15 años el índice bursátil Nasdaq de Nueva York registró su máximo histórico al rebasar los 5 mil puntos. Tras lograrlo, esté indicador financiero de la industria tecnológica experimentó un crack que destruyó el frenético optimismo de los inversionistas y especuladores en torno a la llamada ‘Nueva Economía’ basada en modelos de negocio Punto Com.

 

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Internet se veía en el 2001 como la plataforma que revolucionaría la manera de hacer negocios entre empresas, entre éstas y sus consumidores y entre particulares. La ‘red de redes’ dejaba de ser una fuente de información para decidir compras en el mundo real y se convertía en una plataforma para realizar operaciones de compra-venta.

 

Todo hacia sentido. Había un montón de consumidores potenciales conectados y había muchas ideas innovadoras que acercaban servicios y productos a millones de usuarios a través de Internet. Negocios virtuales, dinero virtual, acciones con sobrevalor virtual… proyecciones virtuales… realidades virtualizadas y felaciones mentales soportando el nuevo paradigma económico.

 

Los modelos Business to Business (B2B), Business to Consumer (B2C) y Consumer to Consumer (C2C) detonaron mucha oferta de capital de riesgo y los inversionistas se montaron en un optimismo frenético estirando la especulación bursátil hasta el umbral de la locura lo cual sobrevaloró el precio de las acciones en el Nasdaq.

 

Ese desbordado frenesí especulativo acabó por sobrecalentar y tronar el índice Nasdaq. Hoy las cosas son muy distintas. Para empezar Internet ya no está circunscrito sólo a un escritorio. Hoy, gracias a la tecnología móvil, el Internet está disponible prácticamente en cualquier lugar gracias a las redes 3G ó LTE y a los ‘teléfonos inteligentes’.

 

A pesar de esta conectividad mundial, México también paga las consecuencias de contar con una infraestructura celular ineficiente y una débil cultura de la legalidad, incluso, en el mundo digital.

 

Existen en el país casi 100 millones de líneas de celular de las cuales aproximadamente el 30% son ‘teléfonos inteligentes’. Del total de ellos más o menos el 13% cuenta con un plan de pago. El resto consume el servicio bajo la modalidad de prepago.

 

Hablamos de un universo de más menos 13 millones de teléfonos con posibilidad de realizar compras o transacciones financieras. Sin embargo, la mayoría de los usuarios vive con desconfianza, la suficiente para evitar compartir datos de tarjetas de crédito o débito en operaciones en línea.

 

El usuario mexicano circunscribe el grueso de sus compras en línea a puntos de venta soportados por grandes consorcios con relativa buena atención al cliente en caso de cualquier problema: Las principales aerolíneas, instituciones financieras y empresas promotoras de eventos deportivos o espectáculos, básicamente.

 

El clima de desconfianza e inseguridad electrónica que hay en el país, al igual que en el mundo de ladrillos y cemento, tiene un impacto directo en las iniciativas innovadoras de jóvenes emprendedores que ofrecen a través de Internet productos y servicios con valor agregado a un mercado -con razón- temeroso de la transacción en línea.

 

México, a pesar de contar con más de 51 millones de usuarios de Internet, más de 13 millones de smartphones con plan de datos y más de 100 millones de teléfonos celulares, sigue utilizando el Internet como hace 10 años: sólo para informarse mejor en torno a una posible compra en una tienda tradicional.