En las últimas semanas dos variables de la siempre trabada reforma migratoria han correlacionado en contra de la también siempre probable aprobación: la salida de Eric Cantor de la coordinación de los republicanos en la Cámara de Representantes y el énfasis que ha puesto el presidente Obama sobre el tema de la inmigración de menores de edad centroamericanos, en lo que parece ser un sistema explosivo en el control y deportación en algunos estados, como por ejemplo, Texas.

 

Sobre el movimiento de la primera variable obedece al protagonismo no muerto de Tea Party que, de manera sigilosa, levanta la mano para decir que está listo para las elecciones intermedias de noviembre.

 

Por lo que toca a la inmigración de menores de edad, el presidente Obama se ha percatado que la narrativa del storytelling reconocida como el sueño americano se ha convertido en una especie de eslogan publicitario. A lo largo de varias décadas, las cohortes demográficas que se lanzaban a la aventura del sueño americano no incluían a la de los menores de edad, pero conforme las mafias suman negocios a su boutique, y se expanden por México y Centroamérica, los infantes se convierten en carne de cañón. Un ejemplo ocurre en El Salvador, donde las maras salvatruchas localizan telefónicamente a los padres de infantes para extorsionarlos.

 

Según un informe de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados y otras investigaciones, en Centroamérica, “se constata que muchos de estos niños, niñas y adolescentes que emigran y están en movilidad, escapan de la persecución y reclutamiento de pandillas y otros grupos delictivos, de la violencia en sus comunidades y hogares, y de pobreza y desigualdad” (El Nuevo Herald, 25 de junio), apuntó la ONU.

 

Los congresistas demócratas aseguran que es el momento de la aprobación de la reforma migratoria en la Cámara de Representantes; que lo mejor es legislar para crear una red legal que ayude tanto a regularizar como a proteger a los inmigrantes centroamericanos menores de edad, que a diferencia de los mexicanos, pueden permanecer en Estados Unidos algunos años para decidir su estatus, que puede oscilar entre la solicitud de asilo, visa humanitaria o deportación. Los niños mexicanos prácticamente en cuestión de horas son deportados.

 

Los republicanos tienen una lectura opuesta. Los 52 mil niños que han ingresado a Estados Unidos en los últimos nueve meses son muestra de lo que se está confirmando: una crisis humanitaria, y por lo tanto, lo mejor es archivar cualquier proyecto de reforma migratoria para cerrar materialmente la frontera en contra de la inmigración ilícita.

 

La realidad es que las inmigraciones laboral e infantil obedecen a dos causas distintas; la infantil la detona el crecimiento de violencia centroamericana mientras que la laboral la conocemos históricamente. Ni los demócratas deberían de incluir la variable infantil en la elaboración de la reforma, ni los republicanos tendrían que enarbolar la crisis humanitaria como una justificante para nulificar cualquier tipo de reforma.

 

Pero sabemos que la capacidad de politizar las crisis por parte de los congresistas es enorme. Desde la conformación mental de la enchilada completa supimos que la ilegalidad genera múltiples incentivos no sólo a las mafias, también los políticos en el momento de crear agendas de presión en contra del presidente en turno. La enchilada se estrelló con los atentados terroristas en 2001; ahora, con una crisis humanitaria en puerta, el proyecto de reforma pasará a la biblioteca del Congreso otra vez. Ayer, el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, le informó a Obama que la Cámara baja no votará sobre una reforma migratoria este año. Y lo hizo tomando como contexto a la crisis de los inmigrantes menores de edad.

 

La crisis humanitaria se extiende por México a través de la red de coyotes, narcotraficantes y otras mafias que comercian con humanos. Semióticamente, todas se observan alrededor de La Bestia, el tren que sufre el embate terrorista en los diferentes nodos que se desdoblan alrededor de su ruta.

 

Los dos mil millones de dólares que ayer solicitó el presidente Obama al Congreso se destinarán a la ampliación del sistema judicial de inmigración, ya que el gobierno no contempló una crisis sobre el tema.

 

El Mundial de Brasil, como cortina mediática, no ha permitido que el tema de los inmigrantes infantiles entre a la agenda también mediática. Cuando concluya el evento brasileño, muchos se darán cuenta la magnitud de la tragedia humanitaria.