La mejor noticia del final de la quinta ronda de renegociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) es que está pactada una sexta ronda, que se llevaría a cabo en Washington, y lo más probable es que sea en diciembre, justo antes de la primera posada.

 

Esa última ronda del año será también, por lo que se sabe, un encuentro de técnicos más que de los políticos para tratar de terminar el año con la mayor cantidad de coincidencias posibles y dejar los temas difíciles y los intransitables para la parte final de la negociación, ya durante 2018.

 

Esto implica que de aquí al final del año no habría amenazas de un rompimiento del acuerdo comercial. Aunque claro está que con Donald Trump no hay garantías de sensatez y cordura.

 

El punto es que lo que ahora se renegoció en la Ciudad de México fueron aquellos sectores donde ya se pueden cerrar los capítulos a la espera de que pueda quedar listo el resto del documento.

 

Sin embargo, en este encuentro en la Ciudad de México, que terminó este lunes pasado, hubo una novedad que puede ser el indicio de que se llegaría a un callejón sin salida.

 

Hay algunas propuestas de Estados Unidos, como las reglas de origen y la obligatoriedad de un cierto contenido de componentes estadounidenses en la industria automotriz, que no motivaron contrapropuestas de los mexicanos y canadienses.

 

Para los países del norte y del sur de Estados Unidos no hay nada que negociar, por lo tanto lo que ya presentaron ambas delegaciones fueron objeciones. Un rechazo, pues, que por ahora han mantenido los negociadores al nivel técnico.

 

Canadienses y mexicanos muestran a los estadounidenses cómo se trata de una ocurrencia obligar al contenido estadounidense en la industria automotriz. Y así por el estilo en esos otros temas que parecen intransitables.

 

En el tema de la caducidad del acuerdo, ahí sí hay propuestas concretas que van encaminadas a no dinamitar cada cinco años el acuerdo, sino sentarse a revisar el entorno, pero sin amenazas.

 

Como sea, las amenazas de llegar a las partes más complejas del acuerdo se van para 2018 y las rondas negociadoras del primer semestre.

 

En el escenario de una negociación satisfactoria que pudiera concluirse y anunciarse antes del final del primer semestre, tal evento sería un jugador determinante en las elecciones presidenciales.

 

Pero un fracaso también tendría injerencia en la selección de quien deba gobernar durante el siguiente sexenio.

 

Sobre todo porque la salida de Estados Unidos se concretaría seis meses después del anuncio que eventualmente realice Donald Trump. Esto nos daría como fecha probable diciembre del próximo año o enero de 2019, que ya serán tiempos del siguiente gobierno.

 

Ya es, pues, inevitable el cruce con el proceso electoral mexicano y su resultado, de ahí que se vuelve indispensable una buena selección de próximo Presidente. Para decidir si queremos soluciones o acercarle un cerillo a la mecha corta de Donald Trump.