Si se revisa con frialdad la crisis en Guerrero se encontrará con la sorpresa de que ahí no hubo alternancia política: los gobernantes impulsados por el PRD fueron del PRI y por tanto aplicaron el modelo político del PRI.

 

Pero el asunto se enreda más si se percibe que el país ha carecido de una alternancia a la izquierda: la verdadera izquierda, la socialista y comunista, se autodisolvió en 1989 cuando el Partido Comunista Mexicano le entregó su registro legal a los priistas de Cuauhtémoc Cárdenas para fundar el PRD como un PRI populista y ni siquiera cardenista.

 

Cárdenas, López Obrador y ahora la tribu “Aguilar Talamantes” de Los Chuchos se olvidaron de las tradiciones socialistas de la izquierda y se asentaron en el oportunismo político al estilo PRI: llegar al poder con quien sea, sólo para disfrutar las mieles presupuestales del poder y sin un proyecto social más allá del asistencialismo basado en dinero y servicios regalados a cambio de votos de sectores necesitados.

 

En este sentido, el PRD en el poder ha quedado en una simple continuidad priista en el ejercicio del poder, en la administración del sistema político priista. Por ello ha sido fácil para el PRD cachar a priistas descontentos que no fueron candidatos y lanzarlos bajo sus siglas. Las tres grandes alianzas del 2010 llegaron al poder por el PRD pero se aliaron a otras fuerzas: Sinaloa regresó al PRI, Puebla se fue al PAN y Oaxaca se inclinó hacia López Obrador.

 

La crisis de la transición se ahogó en un PAN que se hundió en la disputa por el poder partidista y en un PRD que gobernó exactamente igual al PRI. Y ante ello, el PRI ha carecido de un proyecto de modernización política. Sin una alternativa a la izquierda, el PRI se quedó sin dinámicas de cambio y su modernización sólo productiva se logró con el PAN.

 

El problema con el PRD es que se quedó sin izquierda, la comunista del PCM en realidad fue derrotada por los priistas cardenistas; ahora la corriente dominante es la del oportunismo, una de las enfermedades que los viejos comunistas siempre denunciaron que hundiría a la izquierda.

 

En Guerrero fracasó el modelo Aguilar Talamantes de Jesús Ortega, Jesús Zambrano y Carlos Navarrete. El PRD cree que ir por ahí pidiendo perdón por malas alianzas será suficiente para borrar la responsabilidad política, moral y penal por la represión, asesinato y secuestro-desaparición de normalistas. Al final de cuentas, al PRD le interesa en Guerrero sólo conservar el poder, no responder a la confianza de los ciudadanos.

 

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Se trata de la misma táctica política del PRI después de Tlatelolco. Tras echarle el paquete del gobernador perredista y del alcalde perredista al gobierno federal, el PRD está analizando con optimismo las encuestas. De ahí que al PRD le importe más en Guerrero imponer al senador Armando Ríos Piter como candidato a gobernador en el 2015 y al diputado Silvano Aureoles en Michoacán, que preocuparse por los desaparecidos de Iguala ni por el narcotráfico que se apoderó de Michoacán durante la gestión de los gobernadores perredistas Lázaro Cárdenas y Leonel Godoy.

 

Y al final de cuentas, la sociedad tiene el gobierno que se merece. De nada sirve que los guerrerenses se quejen de la crisis de seguridad ni clamen por los desaparecidos si ellos le dieron al PRD 55% de los votos a pesar de que su candidato era un priista formado en el grupo político de Rubén Figueroa y al alcalde de Iguala le otorgaron 42% de los votos, y ahora ninguno de los dos rinde las cuentas que le exigen esos electores.

 

La sociedad, la que votó por el PRI a pesar de los desengaños y la que seguirá votando por el PRD a pesar de los descalabros, es la sociedad que tiene los gobiernos por los que votaron y por los que seguirán votando al margen de las malas cuentas entregadas.