Cuando se anunciaron los enormes yacimientos petroleros en 1977, el entonces presidente López Portillo anunció que había que acostumbrarnos a “administrar la riqueza”. Casi 40 años después, México apenas puede, y mal, administrar la pobreza.

 

Pemex anunció esta semana la importación de 100 mil barriles diarios de petróleo crudo ligero, cuando exportaba más de 100 mil barriles diarios de petróleo crudo ligero istmo. Oficialmente, México terminó su edad de oro negro; ahora importará petróleo crudo y gasolinas.

 

pobreza

 

El ciclo petrolero mexicano 1977-2015 aportó más de 600 mil millones de dólares (9 billones de pesos) de ingresos por exportaciones de crudo, pero el saldo del oro negro fue negativo en ese periodo:

 

-Tasa promedio anual de PIB de 3%.

 

-Aumento de pobreza del 20% de los mexicanos al 60% actual.

 

-Desempleo y empleo parcial: 10% de la población.

 

-El coeficiente de Gini (0=perfecta igualdad y 1=perfecta desigualdad) subió de .49 al .55 en los años del neoliberalismo De la Madrid-Salinas-Zedillo y bajó a .49 en los años del panismo.

 

¿Dónde quedó la riqueza petrolera? Se fue por el caño del despilfarro, la burocracia y la corrupción. Pero sobre todo, los beneficiarios fueron los más ricos:

 

-La participación en el ingreso de 10% de la población más pobre pasó de .9% a apenas 1.8% de 1977 a 2010, en tanto que la participación de 10% de la población más rica se mantuvo de 36.8% en 1977 a 34% en 2010.

 

-El 70% de la población más pobre se reparte hoy 33% del ingreso nacional, en tanto que 36.8% del ingreso lo tiene sólo 10% de la población más rica.

 

Los casi 40 años de riqueza petrolera no generaron bienestar para la mayoría de los mexicanos. En los años del auge petrolero, aunque por razones de especulación, México logró colocar a 37 mexicanos en la lista de los más ricos de la revista Forbes de 2014: sólo esas 37 familias acumularon 180 mil millones de dólares, un 30% de los 40 años de exportaciones petroleras.

 

El milagro petrolero mexicano fue una ilusión para la mayoría de los ciudadanos. La expropiación del petróleo en 1938 tuvo tres objetivos: rescatar un recurso natural de manos extranjeras, usar el petróleo para potenciar el desarrollo y usar el petróleo para aumentar el bienestar de los mexicanos. El saldo está a la vista: ninguna de esas metas se ha cumplido.

 

México no supo desarrollar una estrategia basada en el petróleo ni supo aprovechar la dinámica de los precios internacionales: de menos de 10 dólares el barril en 1972 se llegó a más de 100 dólares el año pasado, pero los ingresos se difuminaron en financiar las importaciones de gasolinas y de otros productos. El precio actual podría quedar en alrededor de 40 dólares, sin que existan nuevos yacimientos efectivos y sin posibilidades de un repunte de precios.

 

En una tendencia histórica, el saldo más efectivo para señalar el fracaso de la era petrolera en México es el PIB: en el periodo 1977-2014 el crecimiento económico promedio anual fue un pobre 3%, cuando en los años del desarrollo estabilizador (sexenios de López Mateos y Díaz Ordaz) fue promedio anual de 6%. El 3% de PIB apenas beneficia con empleo y bienestar al 40% de la población.

 

Ahora México se enfila hacia la zona de importador de petróleo, pero con una economía que exige ese recurso para funcionar. La crisis será menor porque las exportaciones petroleras son 12% del ingreso comercial, en tanto que las no petroleras representan 88%. Pero queda la certeza de que el petróleo no generó el bienestar y que la economía se ha salvado por la apertura comercial, aunque también sin modificar la estructura de la concentración de la riqueza en pocas manos.

 

El petróleo como salvación quedó en una especie de maldición: el segundo milagro mexicano, el del petróleo, fue un engaño.