Pues resulta que el demócrata Marcelo Ebrard Casaubón no ha podido ocultar las razones de su enojo: él impuso, dice, a Miguel Mancera como jefe de Gobierno y por tanto Mancera le debía sumisión. Así, Ebrard se quería erigir en el jefe máximo del neopopulismo en el DF, algo así como el Plutarco Elías Calles del PRD.

 

Y a partir de los métodos del viejo PRI que aprendió como dirigente priista y operador salinista, Ebrard quería no sólo mandar en el DF sino, lo que es peor, como Elías Calles anhelaba tener el control presupuestal del GDF para su campaña por la candidatura presidencial de 2018.

 

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Por tanto, el enojo de Ebrard contra Mancera se debió a la decisión de Mancera de responder a las expectativas de los capitalinos que le dieron 3 millones de votos (63.6%) y no a los modos priistas autoritarios de Ebrard. En el fondo, Ebrard en ningún momento pensó en la agenda de la izquierda o del progresismo ni en enfrentar el Presidente de la República sino que todo se redujo a su capricho de ser el jefe máximo y convertir a Mancera en un intendente.

 

Pero las cosas le salieron mal: López Obrador lo abanicó y no le dio espacio en su partido, el PRD le negó una diputación porque Ebrard se quería convertir en el caudillo perredista y el gobierno del DF se hizo a un lado en el reparto de candidaturas. En el fondo, Ebrard había desdeñado a los líderes del PRD y éstos decidieron marginarlo.

 

Sin espacio político real, Ebrard cobró facturas en Movimiento Ciudadano, un partido que se vende al mejor postor. A lo largo de la gestión de Ebrard en el DF, dinero gubernamental capitalino salió para las arcas de MC; y sin espacio en el PRD, Ebrard ya tomó por asalto a MC, desplazando al ex priista Dante Delgado.

 

Muy a su estilo, Ebrard se convirtió en una víctima, aunque sólo de mismo. Y Ebrard ha aumentado el tono de su victimización no porque realmente lo hayan ofendido, sino porque el GDF tendrá que cerrarle a Ebrard las llaves de dinero clandestino que debía recibir por concesiones sospechosamente otorgadas en parquímetros, Línea 12, contratos para espacios de publicidad exterior. Nombres de beneficiarios sospechosos de contratos de Ebrard están en una tablita: Jacobo Cohen Rabinovitz o Moisés Zapan Mizrahi y hasta el microbusero Jesús Padilla, que fue director de Rutas Especiales, todos ellos beneficiarios en el modelo de Grupo Higa de concesiones a cambio de financiar clandestinamente a Ebrard.

 

Al aceptar la candidatura de MC en la lista junto al ex panista Manuel Espino, al ex líder gordillista magisterial Rafael Ochoa y otras figuras menores, Ebrard dijo que estaban desafiando al poder, lo que provocó sólo algunas muecas de conmiseración política. Ebrard podría tener su grupo parlamentario si logra el 3% de los votos, pero estará apestado en los demás grupos y su eficacia será nula en su agenda personal contra Peña Nieto y Mancera.

 

Como ocurrió en la sucesión presidencial de 1994 con Manuel Camacho, Ebrard no pudo imponer a su delfín Mario Delgado porque no había crecido políticamente y no iba a ganar las elecciones; así, la candidatura de Mancera se le apareció Ebrard en el camino pero la quiso condicionar a que Mancera fuera el intendente y Ebrard en el Elías Calles del GDF; sin embargo, Mancera dejó en claro que él iba a gobernar para los capitalinos y que no sería cómplice de las irregularidades del gobierno ebradista.

 

Ebrard tuvo que aceptar la candidatura de Mancera porque era la garantía de la victoria en el DF y Mancera ganó tres millones de votos por mismo. Y cuando Ebrard no pudo ser el jefe máximo, entonces se enojó y decidió quedarse con el control de Movimiento Ciudadano, un partido que está en riesgo de no alcanzar el 3% de los votos para mantener el registro. Pero en la práctica, Dante Delgado aceptó sumisamente el mandato de Ebrard.