Los usuales problemas por la climatización de las oficinas, que muchas veces enfrentan a hombres con mujeres, obedecen al sexismo oculto en los estándares usados que datan de hace más de 50 años.

 

Al menos esa es la opinión de Karl Kruszelnicki, con grados académicos en Física, Matemáticas, Ingeniería Biomédica, Medicina y Cirugía, y conductor del programa australiano de radio Great Moments In Science.

 

Responsabiliza de las quejas por el aire acondicionado al Standar 55, la norma que desde hace medio siglo establece los criterios para regular temperatura y humedad dentro de los edificios.

 

El Standar 55 fue introducido en 1966 por la American Society of Heating, Refrigeration and Air Conditioning Engineers, con base a algunos factores como el metabolismo humano y la ropa que se usaba en esos años en las oficinas.

 

El prototipo es un hombre en sus cuarenta, de alrededor de 70 kilogramos de peso y vestido con un traje formal de los años sesenta, corbata incluída.

 

Kruszelnicki cuestiona en primer lugar el uso del metabolismo, ya que ahora se sabe que tiene una gran variación de acuerdo al peso, estatura, complexión, tipo de trabajo y, desde luego, género.

 

En promedio las mujeres tienen una estatura y un peso menores a los de los hombres, así como un porcentaje más alto de grasa corporal. Además, su generación de calor es un tercio inferior a la de los hombers.

 

La conclusión es clara: las mujeres no necesitan temperaturas tan bajas como los hombres.

 

El segundo cuestionamiento se refiere a la vestimenta, añade el científico quien es considerado uno de los 100 tesoros vivientes de Australia.

 

Usualmente las mujeres se visten con ropa más ligera que los hombres pero exponen más piel que estos. En la oficina no es frecuente ver las rodillas de un hombre, ejemplifica el científico.

 

El tercer problema consiste en el tipo de oficinas, donde con mucha frecuencia los hombres están en oficinas amplias con cristales, donde da el Sol, mientras las mujeres se les ubica en el centro, donde se necesita menos la calefacción.

 

Además, habitualmente las salidas del aire acondicionado están dirigidas hacia el centro de los edificios, donde se encuentran las mujeres que reciben directamente el aire.

 

Y todo ese conjunto de situaciones puede llevar a que las mujeres inclusive se vean obligadas a usar calefactores a mitad de verano.

 

Bajar un poco los termostatos del aire acondicionado, ayudaría. Una reducción de solo tres grados centígrados reduciría en un cuarto la energía que se emplea y su costo, dice Richard de Dear, experto en diseño y arquitectura en la Universidad de Sidney.

 

Con una temperatura del aire acondicionado amable con las mujeres, los oficinistas sin traje podrían sentirse a gusto y las mujeres no tendrían que batallar con el frío, concluye.

jr