Sebastián Marroquín, hijo del narcotraficante colombiano Pablo Escobar Gaviria, lamentó que se empiece a replicar en México la situación de alarmante violencia que vivió Colombia durante la década de los 80, ante el empoderamiento del narcotráfico y el crimen organizado.

 

En un encuentro con los integrantes de la Comisión de Justicia del Senado, que preside el panista, Roberto Gil Zuarth, el hijo del capo colombiano manifestó: “Hoy veo la repetición literal de mi historia familiar en las calles de mi querido México. México, es hoy otro triste testigo de esa realidad (…) Se está perdiendo la autoridad moral de las instituciones democráticas y es responsabilidad de todos el caos que ha generado esta guerra”.

 

Ante senadores de la república, Sebastián Marroquín, consideró que es momento de que los gobiernos, incluido el mexicano, cambien su política de combate armado contra las drogas y afirmó que tratar militarmente un problema de salud pública, no es la vía adecuada para encontrar la paz.

 

Añadió, que debe reconocerse que las viejas y “oxidadas” políticas prohibicionistas, tampoco han sido efectivas en el combate contra el mercado de las drogas. “¿Consideran aún efectivas las viejas políticas prohibicionistas del siglo pasado en el siglo XXI? ¿Quién podría sostener que aplicando la misma oxidada fórmula se cambiarán los resultados de fondo (…) Lo que nos tiene enfrentados no es exclusivamente el dañino producto objeto del deseo, sino además su prohibición”, asentó.

 

Sebastián Marroquín, afirmó que no hay tiempo que perder para para avanzar en la pacificación, y sostuvo que para ello, se requiere invertir en educación. “No hay tiempo que perder para la paz, hay que educar sobre las drogas, no guerrear contra ellas, ni los niños ni los adultos aprendemos a punta de pistola (…) Invertir en educación es invertir en paz. Con la fuerza de las armas no se educa a una sociedad”.

 

En ese sentido, reprobó que los gobiernos actuales inviertan más en crear prisiones, que en educar y concientizar a la sociedad sobre un problema que impacta a millones. “El estado no invierte en educar a sus ciudadanos, sino en ampliar sus prisiones. La falta de información y cultura sobre el abuso de drogas profundiza esta crisis de valores humanos, estamos invirtiendo más en guerra que en educación”.

 

A decir del hijo de uno de los capos más afamados en la década de los 80, la democracia hoy día tiene una deuda pendiente con la sociedad: “Firmar la paz con las drogas”, de no ser así advierte, “seguirá ascendiendo la violencia por el continente y el poder corruptor y destructor de los dineros del narcotráfico”.

 

Quien alguna vez llevó el nombre de Juan Pablo Escobar Henao, aprovechó para narrar su historia de vida, entre un mundo de drogas y violencia, y afirmó que amar a su padre no le impidió cuestionarlo sobre sus actos, que casi sometieron al Estado colombiano.

 

“Como hijo de un capo elegí no convertirme en uno. No soy quien para juzgarlo y no lo traicionaría nunca, pues él me enseñó el valor de la lealtad, pero amarlo no me impidió cuestionar su violencia (…) Los narcotraficantes son también seres humanos y sus familias no necesariamente son sus cómplices”.