Toda una ópera con Diego Armando Maradona como tenor principal: la ruptura italiana, norte contra sur; la discriminación; la diferenciación económica y social; los resquemores siempre tan presentes entre una mitad deseosa de separarse y la otra fastidiada de ser desdeñada.

 

Virtuosismo y golazos al margen, bajo esa narrativa puede entenderse el periodo maradoniano en Italia, así puede leerse su legado en Nápoles; inclusive el discurso del crack estaba impregnado de esa rabia sureña (aunque la localidad napolitana esté mucho más cerca de la capital Roma que del extremo austral de la bota itálica) y de esa necesidad de reivindicación. Todo lo que los tiburones del norte nunca hubiesen conseguido, era obstinación para Diego en Nápoles. A más agresivas resultaran las pancartas con que el Napoli era recibido en el norte (por ejemplo, “Bienvenidos a Europa” o “¡Báñense!”), más inflamado brotaba el grito de Maradona, con los napolitanos convertidos en metáfora perfecta de su infancia en una villa miseria del extrarradio bonaerense.

 

Milán y Juventus, más poderosos económicamente entonces que ahora y por siempre símbolo de la riqueza del norte, quisieron comprarlo en repetidas ocasiones, pero ya por amor, ya por sensatez, Maradona nunca aceptó; cuando Berlusconi le ofreció un cheque en blanco, directamente respondió que si firmaba, ninguno de los dos podría volver a vivir con tranquilidad; como si se tratara de un cisma religioso.

 

Cisma que, seamos sinceros, no puede ser igual con Gonzalo Higuaín quien, ni con el doble de goles de los que ha hecho, hubiese llegado a encarnar a San Paolo mismo.

 

Nápoles se siente defraudado por su marcha hacia los millones del norte, traicionado por su abandono precisamente por uno de los gigantes que más ningunean al napolitano, pero esta historia no es como la de Diego, ni siquiera remotamente cercana.

 

A cambio, el club ha hecho el negocio de su vida. Un delantero que nunca, hasta ahora que se consumó el fichaje, fue contemplado como elemento que pudiera trascender la barrera de los 50 millones, de pronto se vendió por casi el doble. Ni más ni menos, uno de los tres futbolistas más caros de todos los tiempos y el más caro en la historia de Italia.

 

A Higuaín le persigue el estigma de los casi-goles. Si no le pasara con tanta frecuencia y en momentos tan culminantes, hasta podríamos pensar en mala suerte. El meme con su firma sobre el escritorio, a unos centímetros del contrato, resume la manera en que se contempla a quien no deja de ser uno de los artilleros más fructíferos de su generación.

 

Todos esos millones pesarán sobre su espalda ahora en la Juve. Eso, el rencor sureño y el camino que, tres décadas antes, Maradona no recorrió: un avión hacia el norte, un salto sobre esa frontera imaginaria (y supurante) que divide a Italia, una migración a lo que unos meses antes los suyos contemplaban como trinchera enemiga…, y la carga de a partir de ahora ser visto como mercenario –como si la abrumadora mayoría de sus colegas, finalmente profesionales, no lo fuera.

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