En uno de los mejores momentos de Naco es Chido -documental sobre la banda de guacarock, Botellita de Jerez- se muestra la ocasión en la que el grupo fue invitado a un programa de Televisa para tocar una rola en vivo. Es la década de los ochenta y cuando los botellos terminan su acto, la conductora, Shanik Berman, les dice -palabras más, palabras menos- que son unos nacos y que ni ellos ni su música representan a México.

 

Tres décadas después, no deja de ser interesante que una película -con importantes funcionarios de Televisa involucrados en la producción- pretenda entender al México de hoy a partir de Botellita de Jerez y demás grupos que aquella empresa hubiera tildado de nacos pero que ahora -junto con algunos intelectuales y personalidades varias-, se nos presentan como portadores de la filosofía y el color de nuestro país.

 

Se trata de Hecho en México, cinta inclasificable -por momentos parece un documental, por momentos es un musical- donde la única constante es el caos. Su director, el inglés Duncan Bridgeman, dice que su premisa es “reflejar la belleza del México que no aparece en las noticias”. Para lograr ese objetivo, Bridgeman no sólo presume de no tener un guión (hecho por demás notorio), sino que además propone que la música sea la columna vertebral que guíe a su película.

 

Más allá de si encontramos atractiva la invitación a este acto de escapismo (Bridgeman no propone voltear a ver otra realidad sino más bien sustraerse de ella), lo cierto es que la música no articula el discurso de este film.

 

Acompañando de toda clase de músicos, que van desde Sergio Arau, Amandititita o Don Cheto, pasando por los muy populares Alejandro Fernández, Lupe Esparza o la mismísima Gloria Trevi; la cinta intercala, en forma de capítulos, a diferentes cabezas parlantes que contestan preguntas cuya formulación jamás escuchamos. Así, Juan Villoro, Diego Luna, Santiago Pando, Daniel Giménez Cacho entre otros, se lanzan en tropel a hablar de identidad, inmigración, sexualidad, resistencia y hasta de la Virgen de Guadalupe.

 

Frases como “hasta los ateos son guadalupanos”, “el futuro no es como antes”, “tan lejos de dios y tan cerca de EU”, se presentan como grandes conclusiones que bombardean la pantalla sin un hilo conductor claro, sin estructura y con un análisis de la realidad mexicana tan profundo como cualquiera que se pudiera obtener en la sobremesa de alguna comida con amigos.

 

Si la columna vertebral debía ser la música, ¿qué necesidad había de contaminarla con ese palabrerío inconexo y carente de profundidad? Peor aún, la solemnidad abruma y contrasta con la música, que en su mayoría es festiva y alegre. La única persona que parece no tomarse en serio (en un momento memorable de la cinta) es Gloria Trevi quien con su desfachatez (prefabricada o no) rompe con gracia el protocolo.

 

Sólo en breves ocasiones, cuando dejan a la música hablar, es que somos testigos de momentos realmente logrados: aquel ejercicio de relevos donde una misma canción pasa de grupo en grupo, cambiando según el sello personal de cada banda.

 

Al final, Hecho en México no es más que un caótico videoclip cuya falta de disciplina lo torna en un ejercicio vacuo, que si bien no se torna estrictamente “patriotero”, tampoco sabe escapar del folclorismo más ramplón.

 

Hecho en México (Dir. Duncan Bridgeman)

2 de 5 estrellas.

Con: Gloria Trevi, Amandititita, Alejandro Fernández, entre otros.