En días pasados, el avión presidencial, el TP01, viajaba a más de 10 mil metros de altura, rumbo a Vietnam, cuando en los pasillos de la parte trasera de la aeronave apareció el canciller Luis Videgaray a hablar con los reporteros.

 

A esa altitud de crucero quedó un solo mensaje: hay vida después del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

 

No es la primera vez que desde el Gobierno federal se manda ese mensaje, no es incluso la primera vez que el ex secretario de Hacienda Videgaray lo dice, pero es el pronunciamiento más cercano a la fecha de inicio de la quinta ronda de renegociación del acuerdo comercial y por el interlocutor es la declaración más cercana que puede haber al presidente Peña Nieto, quien viajaba en ese mismo avión.

 

Formalmente las pláticas de la quinta ronda de renegociación trilateral inician este viernes, aunque ahí también hubo un desencuentro, ya que desde Estados Unidos dijeron que realmente las pláticas iniciaban este miércoles.

 

Ya trataron de explicar que una cosa son los acuerdos técnicos y otra las negociaciones, como si no fueran lo mismo. Pero en fin.

 

Entonces esta semana se habrán de encontrar en la Ciudad de México los negociadores de los tres países para tratar de destrabar lo que algunos creen viable y que otros tantos ven ya como un tratado muerto.

 

Hay quien se pregunta por qué mantener las esperanzas de un acuerdo que parece muerto desde que llegó a la Casa Blanca Donald Trump. La respuesta es simple: hay que agotar las posibilidades de negociación hasta el final.

 

La quinta ronda de esta semana cumple con la expectativa de ser más difícil que la anterior, amenaza con ser la ronda final antes del rompimiento y promete que de llegar una sexta ronda, ésta sería menos complicada que la que viene.

 

Hay negociaciones trilaterales que, de hecho, ya se dieron por concluidas y de manera satisfactoria, porque son temas donde los socios están de acuerdo y no hay mayores discrepancias. No se pueden lucir esos acuerdos, por ejemplo en materia de empresas de menor tamaño, porque no son nada si no forman parte del acuerdo en su conjunto.

 

Pero resulta que el viernes llegarán los negociadores estadounidenses con algunas de sus más polémicas propuestas como las reglas de origen, las compras obligatorias a Estados Unidos y posiblemente pongan ya sobre la mesa su renuncia a los mecanismos de solución de controversias del acuerdo vigente.

 

O sea, que están por llegar a la mesa los auténticos “deal breakers” que si no permiten margen de negociación, deberían implicar ya el rompimiento de las pláticas trilaterales, paso previo a la salida estadounidense del TLCAN.

 

Quizá con esa posibilidad real en mente es que ha resucitado el discurso preventivo desde el Gobierno federal de que más allá del TLCAN habrá vida para el comercio mexicano.

 

De la calidad de vida que implicarán esos primeros años sin TLCAN ya habrá que hablar después.