El futuro inmediato se ve ominoso.

 

Gravemente ominoso.

 

A la competencia política prevista, a las ambiciones desatadas de muchos actores y a la carencia de fiscales se suma la crisis de credibilidad del INE.

 

En el gabinete político de Enrique Peña Nieto hay mucha preocupación.

 

Y no por las decisiones antipriistas tomadas por el organismo de Lorenzo Córdova, sino por el cúmulo de desatinos, reglamentos improvisados, cuentas malhechas, manga ancha en algunos casos y muy cuestionables en todos.

 

Ahora mismo es omiso en las campañas en marcha de muchos candidatos –Andrés Manuel López y sus delfines de Morena son mano-, como lo fue con los recursos entregados por el gobierno de Jaime Rodríguez El Bronco al PT.

 

O con los presuntos actos de corrupción desde la campaña presidencial priista de 2012.

 

Por eso, me han repetido miembros del gabinete, el INE se agrega a las incertidumbres de 2018.

 

Mal diagnóstico, cuando el país requiere certidumbre, instituciones sólidas y autoridades electorales prestigiadas como en 2000, cuando se dio la transición en orden.

 

 

GOBIERNO: NEGOCIAR SIN VERSE

En ese ambiente de escepticismo surgió el escándalo de Santiago Nieto.

 

El ex titular de la Fepade, también ex asesor perredista en el Senado de la República, ha generado varias crisis.

 

La principal fue acentuar la polarización política porque, identificado con el PRD -ahora en santa alianza con el PAN-, puso en riesgo la agenda legislativa.

 

Si con su designación generó polémica dada su ocultada asesoría al perredismo, con su fuga multiplica las sospechas en los órganos responsables de los procesos comiciales.

 

Hizo de una institución de justicia una fuente de autopromoción, y en esas condiciones el daño personal y su secuela de procesos -bien merecidos, además- resultan el mal menor.

 

Tras el análisis de éstos y otros elementos, el gobierno analiza cómo propiciar cambios para evitar una crisis de muchas caras -política, electoral, de seguridad- en la próxima sucesión.

 

El reto es hacer una operación de zapa, sin notarse.

 

Lo de la Fepade, cree el gabinete político, puede encarrilarse con operadores como el panista Ernesto Cordero y los priistas Emilio Gamboa y Ana Lilia Herrera, pero será necesario el consenso, y para torpedear están Ricardo Anaya, Alejandra Barrales y los emisarios de Andrés Manuel López.

 

Y en el INE, de Lorenzo Córdova, el margen de maniobra es menor y por ello al final sólo quedará un órgano al rescate, el Tribunal Electoral.

 

Malos augurios.

 

 

LOS BUENOS TIEMPOS DE ANAYA

Ricardo Anaya y el grupo bajo control del PAN se muestran muy confiados.

 

No hubo fugas masivas con la salida de Margarita Zavala, no generó conflictos la declaración de Felipe Calderón y como independiente ella tampoco cosecha los esperados cientos de miles de firmas.

 

Ahora el único tema bajo cuidado son quienes identificados como calderonistas permanecen en el PAN -entre ellos el notable grupo de senadores- para evitar mayores disidencias internas.

 

Confiado en esas circunstancias, Anaya persiste en su empeño por construir su candidatura presidencial con el apoyo de Barrales, pendiente todavía el resultado de las negociaciones con Ricardo Monreal.